JOSÉ DE ELOLA (CORONEL IGNOTUS)
José de Elola y Gutiérrez, conocido por su seudónimo "Coronel Ignotus" (tristemente ignoto o desconocido hoy para el español medio), fue militar, geógrafo, inventor, dramaturgo, escritor de ciencia ficción, filósofo y hasta teólogo. Nació en Alcalá de Henares el 9 de agosto de 1859 y falleció en Madrid el 12 de julio de 1933.
Caballero de la Orden de Nuestra Señora del Pilar, alcanzó el grado de general de Estado Mayor y ejerció como profesor en diversas instituciones militares. Enseñó geometría, topografía e historia militar en la Academia General Militar y en la Escuela Superior de Guerra. Inventó artilugios para su trabajo topográfico como una brújula-taquímetro. También diseñó el Plan de Fortificación de la ciudad de San Juan en Puerto Rico, un sistema militar desarrollado desde el siglo XVI que evolucionó con el armamento, para proteger a la isla como "Llave de las Indias".
Como escritor, fue un pionero de la ciencia ficción española. No existe ninguna historia de la hoy mal llamada "ciencia-ficción" (que más bien debería llamarse "ficción-científica") que no le tenga en cuenta, pues publicó una colección de obras bajo el nombre "Biblioteca Novelesco-Científica", serie de relatos "vibrantes" y "apasionantes" que mezclaban ciencia, fantasía y emoción, que fue comparada con la obra de Julio Verne y H.G. Wells. Los premios Ignotus, otorgados anualmente por la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror, le rinden honores desde 1991.
Comenzó a publicar textos de "literatura científica" (así llamada entonces) hacia 1914, cuando H. G. Wells se hallaba en su apogeo y Edgar Rice Burroughs (autor de la conocida serie "Tarzán de los monos") comenzaba a dar sus primeros pasos. Elola no fue el primero de los autores españoles que cultivaron el recién nacido género literario, pero sí sería junto con Jesús de Aragón (Capitán Sirius) el más destacado cultivador de la ficción científica española en el primer tercio del siglo XX, cuando la emergente literatura científica europea estaba muy influida por Julio Verne (fallecido en 1905).
Los estudiosos de la ciencia-ficción española consideran a Elola seguidor, más que de Verne, de la variante narrativa que se llama space opera y que refiere a epopeyas espaciales, como la popular Guerra de las galaxias. Elola es contemporáneo de Burroughs, considerado como el iniciador de la space opera, por lo que sorprende gratamente que nuestro militar alcalaíno escribiera ya sobre unos temas que no cristalizarían en Estados Unidos hasta la década de los años treinta.
Sus obras de ciencia-ficción, que suele agrupar en trilogías, se caracterizan por su sentido de la aventura, un patente afán didáctico, de divulgación científica y tecnológica, cierta anglofobia y una prosa compleja, provista con notas y tecnicismo, con párrafos inacabables como los de Proust.
José de Elola escribió comedias (Remedio contra ceguera, La nietecilla) y dramas (El salvaje, Luz de Belleza). Si ha sido semiolvidado como narrador y dramaturgo, peor aún le ha ido como ensayista y filósofo. En su obra El credo y la razón, que prologó José María Pereda y meritó varias ediciones en un solo año: 1899, intenta conciliar los avances científicos y tecnológicos con "la existencia de Dios revelada al hombre", tanto por la fuerza, voluntad y amor que se muestra en la naturaleza, como por la misma insuficiencia de la razón humana. El puente entre el hombre civilizado y el cielo "no se escala con la sola razón, si no la ayudan el sentimiento y el amor".
Elola distingue entre los estudios especulativos y los prácticos o positivos. Mientras los primeros analizan al hombre en su parte moral e inteligente, estudiando fenómenos anímicos como el sentir, el pensar y el querer; los segundos examinan la materia inerte y animada de movimiento y vida, mediante el análisis. Unos y otros, al buscar las causas últimas, desvanecen sus diferencias y tienden a reunir sus esfuerzos en una región común en donde imperan los procedimientos filosóficos. El magnífico método experimental no sirve para alcancar el fin. Al final del análisis y de la síntesis, de la deducción y de la inducción, siempre queda un interrogante, cuya respuesta, para Elola, es Dios.
Los dos mayores peligros que corren ambas clases de estudios, que hoy llamaríamos morales o especulativos y positivos o experimentales son:
1. Para los primeros, más especulativos que los segundo:, la soberbia, el orgullo y el afán sacrílego de convertirse en Dios, "erigiendo un pedestal al yo y consumiéndose en la adoración de sí mismo". Rectitud de conciencia y modestia han de conformarnos con saber lo que es posible, reconociendo que pocos hay que dominen una sola ciencia y que, desde ella al entronque común de todos los saberes, hay una inmensidad imposible de salvar.
2. En los estudios experimentales hallamos el riesgo de la bajeza de miras, el peligro consiste "en apegarse tanto a cuanto se ve y se toca, que se caiga en la tentación de negar lo que se siente y piensa, en la degradación del espíritu que, renegando de sí propio, no mira en el hombre sino un montón de basura". Estos no ven que "el espíritu que les anima les une al Creador, del que son un destello" (I, II).
Para Elola, las facultades intelectuales y morales son la parte más noble de nuestro ser, las que nos dan la semejanza que Dios ha puesto entre Él y nosotros, una sombra imperfecta de lo divino. Por eso en los humanos se da a la vez la aspiración innata a encontrar la unidad y a reducir las causas a una razón única y, a la vez, la imposibilidad de conseguir este fin. "SUPONEMOS que, como reina absoluta, rige la evolución de la materia". Este afan reductivo se ve en filosofía donde las palabras "bondad" y "belleza" resumen multitud de ideas. Y para lo mismo nos sirve "alma", como conjunto de afectos, inteligencia y albedrío. El científico mecanicista reduce todo a fuerzas anónimas, que cabe concentrar en Dios, Fuerza suprema...
"Ni siquiera los desgraciados que profesan el materialismo escapan a esta ley; sólo que ellos hacen del fango la causa, el alma, el espíritu y Dios."
Así pues, los materialistas deifican la materia, en su búsqueda de una verdad general y una causa, necesidad que suele satisfacerse inventando una palabra. Así creen las inteligencias vulgares haber resuelto el problema, sin embargo...
"los grandes sabios, creyentes o impíos, conocen que detrás de aquel vocablo está el misterio, que el arcano queda tan impenetrable como antes; saben que dar un nombre no es dar una explIcación."
Para Elola la materia es lo viejo, lo nuevo es siempre la forma, el orden, el organismo, "lo esencial persiste, hállese dondequiera; lo contingente cambia con la situación del momento". Por eso recurrimos al sistema de las HIPÓTESIS. En cualquier caso,
"la perfectabilidad humana es indefinida (no infinita); pero en el elevado mundo de las causas y en el terreno de los porqués, tan a obscuras nos hallamos como los primeros pensadores (...), las ciencias no están hoy más cerca de las causas finales que hace millares de años; las mismas dudas, iguales vacilaciones, idénticos desengaños; nos alejamos del origen, porque el infinito nos amengua, porque con respecto a él tan corto es un paso como millares de ellos"
Sin duda somos hoy la causa determinante de gran número de fenómenos, pero no la originaria de todos ellos. Elola insiste en la colosal distancia que media entre el Creador y la criatura. Todas nuestras obras llevan un sello de pequeñez que contrasta con la grandeza --diríamos inhumana-- de los fenómenos naturales. Producimos luz, fuego, calor, pero ¡qué luz, fuego y calor al lado de la emanada de la aurora boreal, del volcán, del sol, que por millones de años arde en el espacio inacabable!
Elola pone en duda la capacidad humana para inventar un cerebro que elabore ideas. No sabemos si cambiaría su pensar a la vista de la emergencia de la IA. Y no obstante, cree que los astros reparten la vida por todos los ámbitos del universo y que el tiempo sirve de sarcófago a la sabiduría de naciones y sociedades.
No obstante, ¿de dónde viene la voz que nos detiene al borde del mal? Esa voz es, obviamente la voz del demon socrático, la voz de la conciencia. Parece que Elola aborda así su justificación de Dios, su teodicea --como Kant--, desde una perspectiva práctico-moral. La verdadera creación es el alma, la conciencia anímica, vital, es decir, la conciencia que no es obra natural, sino evidentemete sobrenatural; "emanación directa de la Fuerza primera, de la engendradora de todo". De ahí que al alma corresponda también esa sombra o centella de creatividad que es el libre albedrío.
Pero ni el hombre ni las fuerzas naturales tienen poder para crear nada, ni son tampoco capaces de acabar con lo creado. Somos inventores, no creadores. Por eso, si no se quiere caer en "la enfermedad de la mente llamada materialismo..., ha de admitirse, necesaria y lógicamente, la existencia de un Creador". La negación de la creación es para Elola puro nihilismo. El hombre con estudios llega a la misma conclusión que el hombre primitivo, pues se siente superior a todo, pero incapaz de todo.
Niegan a Dios los que no quieren ser inferiores a ningún poder, y para ello lo niegan; o bien, los que necesitan un Dios hechura suya para no respetarlo y creerse muy grandes por haberlo fabricado. El general Elola insiste en que "el hombre no puede llegar a concebir a Dios tal como es". De ahí el principal misterio de la fe cristiana, el de la Trinidad Santísima, que refiere enigmáticamente a la idea del ser primero y a su manera de existir: Tres personas que son Dios uno, y cada una es Dios todo entero (cfr. VIII, I).
En El credo y la razón (1999), su tratado de casi seiscientas páginas, Elola busca la conciliación entre la tecno-ciencia (la razón) y el espíritu (la fe cristiana y, más precisamente, los artículos del credo de Nicea), un punto de encuentro entre ambos discursos, en una excelente e ilustrada prosa que se eleva o bascula desde el razonamiento riguroso a la oración poética o la consideración poética de la ejemplaridad moral de Jesús...
"La humanización de Dios y la personalidad de Jesucristo son el más sublime poema en acción que los hombres han contemplado: tan solemne, tan soberano, tan grande, que nunca terrenal inteligencia pudiera ser capaz de concebirlo, que jamás el amor humano pudiera haberlo esperado."
Este tipo discusiones entre razón y fe, o entre la razón científica y la religiosa, fueron comunes entre pensadores e intelectuales de la época, que se enfrentaban a la tensión entre las creencias tradicionales y la nueva visión del mundo impulsada por los avances científicos y sus grandes hipótesis modernas, tales, sobre todo, las del mecanicismo físico y la del evolucionismo biológico (una especie de mecanicismo que abre la ventana al azar).
Además de El credo y la razón, Elola publicó las siguientes traducciones y ensayos sobre variedad de temas, como puede entenderse por sus títulos:
- La verdad de la guerra. Traducción del inglés.
- Las causas del desastre. Bajo pseudónimo "Ignotus".
- La campaña del Rosellón.
- El pleito del regionalismo. Bajo pseudónimo "Don Nuño".
- Lo que en España puede hacer un ministro decidido. 1921
- La reconstitución nacional: lo que puede España. Madrid: imp. Gráfica Excelsior, 1917.
- Modernas brujerías de las ciencias: charlas vulgares. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra [1921]
- La reconstitución nacional, Madrid: Viuda de Pueyo, [1917]
- La enfermedad de la peseta y su saneamiento al alcance de todos, Madrid: F. G. Pérez, 1904.
- El peligro comunista; sus causas y su remedio (ensayo político-social) Madrid [Imp. Regina] 1931.
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