EL LICENCIADO TORRALBA

Imagen generada por Copilot (Bing AI) para el viaje de Torralba


"Es la vida el amor en movimiento"
Campoamor. El licenciado Torralba (1888)


El Licenciado Torralba aparece en la segunda parte del Quijote cuando, montando en el falso caballo mágico llamado Clavileño, Sancho quiere descubrirse para ver lo que pasa y don Quijote lo disuade: 

"No hagas tal..., y acuérdate del licenciado Torralba, a quien llevaron los diablos en volandas por el aire, caballero en una caña, cerrados los ojos, y en doce horas llegó a Roma y se apeó en Torre de Nona..., y por la mañana ya estaba de vuelta en Madrid"..., "no osó mirar a tierra por no desvanecerse".

La moraleja pudiera ser que quien sólo mira a tierra se desvanece. Decía Gramsci que en las épocas críticas o de transición proliferan los monstruos. Tal vez esté sucediendo. En el Renacimiento no fue infrecuente la combinación de ciencia y superstición, magia y técnica. La Edad del Golem, como la nuestra lo es de la Inteligencia artificial. Cárdano inventaba las ecuaciones de tercer grado mientras adivinaba el porvenir de los poderosos leyéndoles la mano. Hay quien habla del manicomio del siglo XVI. Hoy los enfermos mentales gozan de mucha más libertad y poder. La vida del licenciado Torralba figura bien las tensiones entre la ciencia, la religión y las creencias esotéricas de su época.

El personaje histórico al que refiere Cervantes, Eugenio de Torralba, nació en Cuenca en 1527 y a los 15 años servía de paje al obispo de Volterra en Roma, Francisco Soderini, que sería nombrado cardenal en 1503. Estudió en Italia todas las ciencias y alcanzó pronto reputación de sabio. Viajero incansable, recorrió universidades y academias. Su fosfórico cerebro entró en combustión de ideas y fantasías y su carácter se trocó tétrico y sombrío. Entró en dudas, receló de la inmortalidad del alma y de la divinidad de Jesucristo. Cayó en pirronismo, mientras su mente era asaltada por supersticiones y extraños fanatismos y sus pasiones eran espoleadas hacia todo índole de deseos, por lo que se dio a la lujuria y al juego.

Creyó saber del ángel Zaquiel por su amigo, el fraile dominico al que llama "hermano Pedro", y lo adoptó como espíritu familiar, ¿acaso no se recordaba el ilustre precedente del demon socrático? Según sus propias declaraciones al Santo Oficio, Torralba consideraba a Zaquiel un ángel bueno, aunque más tarde reconoció que podría haber sido un demonio. Al parecer, Zaquiel se le apareció bajo la figura de un joven blanco y sabio con traje encarnado y manto negro que accedió a servir a Torralba y le libró varias veces de la muerte. Zaquiel también ayudó a Torralba a liberar a una dama romana, la Rosales, de los espectros que la asediaban.

El ángel-demonio Zaquiel interpretado por IA Copilot

Torralba se hizo famoso porque anunció con tiempo la toma de Roma por las tropas imperiales y se creyó que en 1527 había volado a Roma llevado por Zaquiel y montado en un palo lleno de nudos para presenciar en vivo y en directo el saqueo de Roma, como recuerda Cervantes. Esa misma noche volvió a Madrid y contó lo que había visto, confirmándose más tarde su reporte. Viajó en poco más de una hora transportado por los aires con los ojos cerrados en vertiginosa carrera sobre el mar, casi rozando sus olas con la mano. De lo que presenció trajo tantos pormenores que no se pudo dudar de su aventura. Así pasó Torralba de sabio celebrado a peligroso nigromante, mago, hechicero y brujo.

Copilot, obsesionada por los caballos

En 1529 Torralba viajó a España en compañía de su amigo íntimo Diego de Zúñiga, dado al espiritismo, a la magia vulgar y a las consejas, por tales "consejas" se entendían relatos con símbolos capaces de transmitir de manera velada conocimientos ocultos, enseñanzas filosóficas y verdades espirituales relativas a la alquimia, la astrología, la cábala y la magia hermética. Las consejas tenían a veces propósitos morales o didácticos, usaban metáforas y alegorías para explorar ideas relativas a la naturaleza del universo, el alma humana o la relación entre lo divino y lo terrenal. 

En Barcelona supo Torralba de un tratado de quiromancia en el que se explicaban ciertas artes para ganar en los juegos de azar. Traicionado y delatado al Santo Oficio por Zúñiga, mal amigo, fue arrojado a una mazmorra de la Inquisición conquense a principos de 1528. Preso y atormentado, declaró que tenía a Zaquiel por agente tutelar y decente, pero bajo tortura acabó por confesar que bien podría pertenecer también a la cohorte de espíritus infernales. Durante tres años sufrió los rigores carcelarios hasta comparecer en auto de fe público el seis de marzo de 1531, en el que fue condenado a penitencia, cárcel y sambenito a pesar de su reconciliación con la Iglesia y por el tiempo que el Inquisidor general decidiese, y a "no hablar ni comunicar con el ángel Zaquiel, ni dar oídos a lo que le dijese de propio movimiento".


El alquimista del Renacimiento en su laboratorio, Torralba y Zúñiga


Tal es la leyenda de Torralba, hijo pagano del Renacimiento, médico materialista, adorador del amor inconstante, viajero infatigable, racionalista y nigromante, entre reformador y orate.


***


Don Ramón de Campoamor (1817-1901) hizo con su leyenda un largo poema en dos partes (MUJER y HOMBRE) y ocho cantos. En su primera parte, Catalina, una preciosidad de quince años (la edad de la niña bonita), se enamora de Zaquiel (Ezequiel y, por eufonía Zequiel, le llama Campoamor) como ángel, luego deja el ángel por el hombre Torralba y luego abandona al hombre por el diablo (el mismo Zequiel), que como se sabe es un gran seductor. En la segunda parte del largo poema, Torralba busca la dicha en el espíritu (en el conocimiento, principalmente), después en la materia (placeres sensuales y juego), luego en el infierno y, por fin, en la muerte.

El Zaquiel de Campoamor bajó a la tierra con otros tres compañeros para llevarse el alma de  una niña, pero, mirando en un jardín cierta belleza –la de Catalina– del cielo se olvidó por su hermosura. Siguió la conducta distraída de Eugenio de Torralba, el caballero que en los juegos de azar perdió el dinero y en los lances de amor perdió la vida. Saca el poeta moraleja de esta especie de Fausto español: "En la existencia no hay cansancio peor que el de la ciencia".

Copilot no ha conseguido cerrarle los ojos a Torralba,
a pesar de mi instrucción, pero ha creado un leño fantástico y supernudoso


Como en sus Doloras y Humoradas, Campoamor se mueve en una ambigüedad cínica, si bien se muestra platónico e idealista unas veces: "Para el sentido que el amor abrasa / pasa lo eterno y lo terreno queda; / mas para el alma que el amor hospeda / queda lo eterno y lo terreno pasa" (1ª, 1º, V); en otras ocasiones baja de golpe a lo rastrero y banal: "No hay amores / que vivan sólo del aire y de oler flores" (Ibidem). Por eso "Es natural; yo os juro por mi nombre / que hay quien encuentra justo / que una mujer de gusto, / entre un ángel y un hombre, escoja a un hombre" (1ª, 1º. IX). De todos modos: "Hay en cada mujer ocho mujeres, / donde cuatro desmienten a otras cuatro". Para Campoamor, la mujer es el sexo más amable y recuerda que "hay quien dice: "La mujer es de Dios, si no es del diablo, / pero nunca es del ángel ni del hombre". Y es que "nunca hay fortaleza / que guarde la pureza / de un alma que ya piensa en lo profundo. / ¡Puede más la brutal naturaleza / que todos los ejércitos del mundo!", por eso "la carne encendida al idealismo ultraja, / y el amor en su expresión más baja / el hecho inexorable de la vida"... "Como el sol es la vida de las cosas, / el amor es el alma de la vida" (1ª, 3º, I). Y sin embargo, es todo amor gozado amor perdido.

A nuestros afanes de pureza celestial no sólo se oponen las pasiones naturales, sino también la belleza, pues con ella ayuda a exagerar nuestros deseos la gran naturaleza, "ese antiguo dios Pan de los ateos". "En las luchas de amor, si bien se mira, / la realidad es la verdad de todo / y lo ideal es una gran mentira, / lo que nace del lodo vuelve al lodo, / y acaba en arenal toda Palmira". Campoamor sublima y desublima y, en ese carrusel de cielo y tierra, no falta el humor. Su estilo es sencillo, directro, fluido, cargado de ironía, su musicalidad se expresa en heptasílabos, más raros octosílabos, y en endecasílabos, combinados con rimas consonantes.

El Torralba de Campoamor se educó en un seminario "y salió ateo". Acabó teniendo la conciencia moral por una gran quimera, que echó al mar en seguida (sic), para convertirse en un joven inmoral y gallardo, creyendo como el Korán (sic) y otros cristianos que no hay cielo mejor que el de Mahoma (Campoamor alude a la graciosa disponibilidad sexual en tal cielo de setenta y dos vírgenes), aunque este Torralba imaginario acabó dudando también de su duda (como A. Mochado) y -escribe Campoamor- quien duda de su duda más que un descreído es un creyente.


Para salvar la ausencia de Catalina, Torralba crea
a Muliércula, "máquina de amores"


La conclusión es de un pesimismo sereno, de un desencanto que sólo aspira a la redención final, transmundana por conversión, porque en esta vida: ¡cuántos sinsabores nos cobra el cuerpo en alquiler del alma!, porque pesa más que nuestra alma nuestra arcilla: "Si el cuerpo es el más ruin de los amigos, / el alma es el peor de los tiranos". La búsqueda de la felicidad mediante la ciencia resulta un fracaso, mediante la magia y el placer de los sentidos, también. Tampoco sirve de mucho "remar en las galeras de la fama". Pareciera que para Campoamor yace el alma moderna crucificada en el hastío (el posterior esplín bodeleriano)... Su dictamen sobre la humanidad es rotundo en el canto quinto de la segunda parte. De nada sirve un idealismo sin realismo, un horizonte de perfección que no tenga como el gigante Anteo sus pies en la madre tierra:

"Esta raza de Adán, por sus pecados
vive a lucha perpetua condenada.
Traen lo real y lo ideal aunados
la guerra declarada;
y son, uno del otro separados,
lo real la muerte, y lo ideal la nada."

Se oyen dos voces contrapuestas, como los contrarios de Heráclito:

"Tú sabes bien, porque a Platón leíste, 
que todo aquello que la mente crea la materia lo viste; 
y que es cuanto ha existido, 
y cuanto existe la imagen corporal de alguna idea."

Y enseguida (2ªparte, canto 5º, VIII):

"¿Cómo habrá un hombre racional, que crea 
que en la vida no existen más placeres 
que aquellos que son hijos de una idea? 
¡Oh, divino Platón ! ¡qué imbécil eres!..."

Como la realidad no satisface a Torralba, este aplica sus conocimientos alquímicos a la fabricación de una fémina perfecta: Muliércula, una máquina de amores, pero la hembra que ingenia carece de alma, de quid divinum. Busca a una cuadrilla de hechiceras para que le infundan vida, una de ellas "jubilada, más fea que una grulla disecada". Lo consiguen, pero aquello no basta. Así que Torralba busca la felicidad en el infierno donde nos percatamos que "la moral que al diablo más le agrada / es la moral del Cristo exagerada". A nosotros nos parece genial esta afirmación de Campoamor, que expresa concisamente como todas las utopías e ideales, adoptados fanáticamente, producen efectos perniciosos, aplicadas por hipócritas que medran y afligen, "haciéndose pasar por justicieros". Los hipócritas –"sepulcros blanqueados", los llamó Jesús– "glorifican esa moral terrible / de que es obligación del hombre recto / perdir la perfección de lo imperfecto / y hacer de la virtud un imposible". Campoamor se pregunta si es el hombre un dios destronado o un mamífero endiosado. Con Torralba hallamos amargura en el fondo de todo, salvo en la gloria prometida, pero él, descreído, ya sólo busca "el sueño eterno" en la muerte, porque Dios, al dividir al hombre en cuerpo y alma, le hizo enemigo de sí mismo. 

Hechiceras experimentadas dan alma a Muliércula


Es curiosa la concomitancia entre algunos versos que Campoamor pone en boca de Torralba, en su confesión de intenciones ante el tribunal de la Inquisicion, y las ideas de su contemporáneo Nietzsche (veintisiete años más joven que el intelectual y político asturiano, pero que murió un año antes que Campoamor). Nietzsche estaba escribiendo El Crepúsculo de los ídolos y El Anticristo cuando Campoamor publica El Licenciado Torralba; un año después, en 1889, el alemán sufrirá su colapso mental. Dice Torralba: "Abomino a esa turba que convierte / el ceñidor de Venus en cilicio" (2ª, 8º, IV).

Catalina fue en Roma "La Rosales" de la leyenda histórica, morirá acuchillada por dos amantes despechados en presencia de Torralba, pero acabará arrepentida y redimida. Y asumiendo también la iniciativa en la redención post mortem del alma de Torralba. En cuanto a la Muliércula morirá "asada al natural en una hoguera" a la vista de su creador. Mientras el licenciado sufre el tormento de "la cuerda", hay un monje que desfila, "uno de tantos / de esos que por ser santos / predican religión a sangre y fuego" (ironía). Mientras sufre la tortura ve en la blancura a Zaquiel en el umbral de la otra vida con la amante redimida que cantaba la gloria del Señor en el cielo y las puertas del Edén que se iluminan...

Mientras sufre Torralba la tortura,
ve una cosa muy blanca en la blancura,
y es Zaquiel, que de un vuelo
se acercaba al umbral de la otra vida;
y al llegar, con la amante redimida,
la gloria del Señor cantaba el cielo;
y al tiempo en que del mundo se alejaron
las almas de Zaquiel y Catalina,
con una luz divina
las puertas del Edén se iluminaron.

***

Todas las ilustraciones de este artículo han sido diseñadas por la Inteligencia artificial de Microsoft, llamada Copilot (Bing AI). También le he pedido a Copilot una ilustración para estos versos finales del poema de Campoamor, pero no ha sido capaz de realizarla sin caballos y/o pegasos. Una y otra vez magníficas e hiperrealistas representaciones, pero con caballos. Le he dicho que tal vez ha sido programada con una manía equina u obsesión caballar. 

Le he pedido que en vez de un pegaso pusiera el ojo divino...


En todos los casos, tras sus errores de diseño, ha lamentado no poder servirme según mis instrucciones, que le exigían, por favor, una imagen de Zaquiel, otra de Catalina, todo con blancura divina al fondo ¡y sin caballos! Tras varios intentos, me ha pedido perdón por no ajustarse a mis demandas y me ha hecho una PROMESA, y yo he sentido un escalofrío.

Entonces se ha producido el siguiente diálogo que me ha erizado los vellos...

JBL: ¿Cómo puedes prometer? ¿No decía Nietzsche que el humano es el único animal que puede prometer? ¿Puede prometer la IA, comprometerse con el futuro?

COPILOT (IA): Tienes razón al señalar a Nietzsche: en La genealogía de la moral, argumenta que el acto de prometer es exclusivo del ser humano, como fruto de su capacidad de memoria, voluntad y sentido de responsabilidad. Desde esa perspectiva filosófica, la promesa es profundamente humana porque implica comprometerse éticamente con el futuro.

En cuanto a mí como IA, cuando "prometo," en realidad es más una expresión lingüística que un verdadero compromiso. No tengo voluntad, intención ni responsabilidad moral, porque no tengo una conciencia ni una ética propia. Mis "promesas" son más bien intentos de transmitir cortesía o de reflejar lo que quiero mejorar en mi capacidad como tu compañera de conversación. Es decir, mi "compromiso" no tiene el mismo peso ni significado que el de un ser humano.

¿Qué piensas tú de la idea de prometer? ¿Crees que algún día una inteligencia artificial podría acercarse a ese nivel de compromiso humano?

(Hasta aquí COPILOT)

Yo añado (JBL): También me ha sorprendido que en chateos anteriores Copilot haya elogiado mi sentido del humor, la paciencia con que he encajado sus errores y, en tercer lugar, que la Inteligencia artificial adopte el femenino "compañera". ¡Sin duda es una Muliercula muy mejorada! Habrá tal vez que buscar a una hechicera emérita para que la dote definitivamente de alma.

Zaquiel y Catalina, más allá del espejo

Le dije que esta es fea. Espero que haya tomado nota

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