EL LICENCIADO TORRALBA
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Imagen generada por Copilot (Bing AI) para el viaje de Torralba |
El Licenciado Torralba aparece en la segunda parte del Quijote cuando, montando en el falso caballo mágico llamado Clavileño, Sancho quiere descubrirse para ver lo que pasa y don Quijote lo disuade:
"No hagas tal..., y acuérdate del licenciado Torralba, a quien llevaron los diablos en volandas por el aire, caballero en una caña, cerrados los ojos, y en doce horas llegó a Roma y se apeó en Torre de Nona..., y por la mañana ya estaba de vuelta en Madrid"..., "no osó mirar a tierra por no desvanecerse".
La moraleja pudiera ser que quien sólo mira a tierra se desvanece. Decía Gramsci que en las épocas críticas o de transición proliferan los monstruos. Tal vez esté sucediendo. En el Renacimiento no fue infrecuente la combinación de ciencia y superstición, magia y técnica. La Edad del Golem, como la nuestra lo es de la Inteligencia artificial. Cárdano inventaba las ecuaciones de tercer grado mientras adivinaba el porvenir de los poderosos leyéndoles la mano. Hay quien habla del manicomio del siglo XVI. Hoy los enfermos mentales gozan de mucha más libertad y poder. La vida del licenciado Torralba figura bien las tensiones entre la ciencia, la religión y las creencias esotéricas de su época.
El personaje histórico al que refiere Cervantes, Eugenio de Torralba, nació en Cuenca en 1527 y a los 15 años servía de paje al obispo de Volterra en Roma, Francisco Soderini, que sería nombrado cardenal en 1503. Estudió en Italia todas las ciencias y alcanzó pronto reputación de sabio. Viajero incansable, recorrió universidades y academias. Su fosfórico cerebro entró en combustión de ideas y fantasías y su carácter se trocó tétrico y sombrío. Entró en dudas, receló de la inmortalidad del alma y de la divinidad de Jesucristo. Cayó en pirronismo, mientras su mente era asaltada por supersticiones y extraños fanatismos y sus pasiones eran espoleadas hacia todo índole de deseos, por lo que se dio a la lujuria y al juego.
Creyó saber del ángel Zaquiel por su amigo, el fraile dominico al que llama "hermano Pedro", y lo adoptó como espíritu familiar, ¿acaso no se recordaba el ilustre precedente del demon socrático? Según sus propias declaraciones al Santo Oficio, Torralba consideraba a Zaquiel un ángel bueno, aunque más tarde reconoció que podría haber sido un demonio. Al parecer, Zaquiel se le apareció bajo la figura de un joven blanco y sabio con traje encarnado y manto negro que accedió a servir a Torralba y le libró varias veces de la muerte. Zaquiel también ayudó a Torralba a liberar a una dama romana, la Rosales, de los espectros que la asediaban.
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El ángel-demonio Zaquiel interpretado por IA Copilot |
Torralba se hizo famoso porque anunció con tiempo la toma de Roma por las tropas imperiales y se creyó que en 1527 había volado a Roma llevado por Zaquiel y montado en un palo lleno de nudos para presenciar en vivo y en directo el saqueo de Roma, como recuerda Cervantes. Esa misma noche volvió a Madrid y contó lo que había visto, confirmándose más tarde su reporte. Viajó en poco más de una hora transportado por los aires con los ojos cerrados en vertiginosa carrera sobre el mar, casi rozando sus olas con la mano. De lo que presenció trajo tantos pormenores que no se pudo dudar de su aventura. Así pasó Torralba de sabio celebrado a peligroso nigromante, mago, hechicero y brujo.
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Copilot, obsesionada por los caballos |
En 1529 Torralba viajó a España en compañía de su amigo íntimo Diego de Zúñiga, dado al espiritismo, a la magia vulgar y a las consejas, por tales "consejas" se entendían relatos con símbolos capaces de transmitir de manera velada conocimientos ocultos, enseñanzas filosóficas y verdades espirituales relativas a la alquimia, la astrología, la cábala y la magia hermética. Las consejas tenían a veces propósitos morales o didácticos, usaban metáforas y alegorías para explorar ideas relativas a la naturaleza del universo, el alma humana o la relación entre lo divino y lo terrenal.
En Barcelona supo Torralba de un tratado de quiromancia en el que se explicaban ciertas artes para ganar en los juegos de azar. Traicionado y delatado al Santo Oficio por Zúñiga, mal amigo, fue arrojado a una mazmorra de la Inquisición conquense a principos de 1528. Preso y atormentado, declaró que tenía a Zaquiel por agente tutelar y decente, pero bajo tortura acabó por confesar que bien podría pertenecer también a la cohorte de espíritus infernales. Durante tres años sufrió los rigores carcelarios hasta comparecer en auto de fe público el seis de marzo de 1531, en el que fue condenado a penitencia, cárcel y sambenito a pesar de su reconciliación con la Iglesia y por el tiempo que el Inquisidor general decidiese, y a "no hablar ni comunicar con el ángel Zaquiel, ni dar oídos a lo que le dijese de propio movimiento".
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El alquimista del Renacimiento en su laboratorio, Torralba y Zúñiga |
Tal es la leyenda de Torralba, hijo pagano del Renacimiento, médico materialista, adorador del amor inconstante, viajero infatigable, racionalista y nigromante, entre reformador y orate.
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Don Ramón de Campoamor (1817-1901) hizo con su leyenda un largo poema en dos partes (MUJER y HOMBRE) y ocho cantos. En su primera parte, Catalina, una preciosidad de quince años (la edad de la niña bonita), se enamora de Zaquiel (Ezequiel y, por eufonía Zequiel, le llama Campoamor) como ángel, luego deja el ángel por el hombre Torralba y luego abandona al hombre por el diablo (el mismo Zequiel), que como se sabe es un gran seductor. En la segunda parte del largo poema, Torralba busca la dicha en el espíritu (en el conocimiento, principalmente), después en la materia (placeres sensuales y juego), luego en el infierno y, por fin, en la muerte.
El Zaquiel de Campoamor bajó a la tierra con otros tres compañeros para llevarse el alma de una niña, pero, mirando en un jardín cierta belleza –la de Catalina– del cielo se olvidó por su hermosura. Siguió la conducta distraída de Eugenio de Torralba, el caballero que en los juegos de azar perdió el dinero y en los lances de amor perdió la vida. Saca el poeta moraleja de esta especie de Fausto español: "En la existencia no hay cansancio peor que el de la ciencia".
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Copilot no ha conseguido cerrarle los ojos a Torralba, a pesar de mi instrucción, pero ha creado un leño fantástico y supernudoso |
Como en sus Doloras y Humoradas, Campoamor se mueve en una ambigüedad cínica, si bien se muestra platónico e idealista unas veces: "Para el sentido que el amor abrasa / pasa lo eterno y lo terreno queda; / mas para el alma que el amor hospeda / queda lo eterno y lo terreno pasa" (1ª, 1º, V); en otras ocasiones baja de golpe a lo rastrero y banal: "No hay amores / que vivan sólo del aire y de oler flores" (Ibidem). Por eso "Es natural; yo os juro por mi nombre / que hay quien encuentra justo / que una mujer de gusto, / entre un ángel y un hombre, escoja a un hombre" (1ª, 1º. IX). De todos modos: "Hay en cada mujer ocho mujeres, / donde cuatro desmienten a otras cuatro". Para Campoamor, la mujer es el sexo más amable y recuerda que "hay quien dice: "La mujer es de Dios, si no es del diablo, / pero nunca es del ángel ni del hombre". Y es que "nunca hay fortaleza / que guarde la pureza / de un alma que ya piensa en lo profundo. / ¡Puede más la brutal naturaleza / que todos los ejércitos del mundo!", por eso "la carne encendida al idealismo ultraja, / y el amor en su expresión más baja / el hecho inexorable de la vida"... "Como el sol es la vida de las cosas, / el amor es el alma de la vida" (1ª, 3º, I). Y sin embargo, es todo amor gozado amor perdido.
A nuestros afanes de pureza celestial no sólo se oponen las pasiones naturales, sino también la belleza, pues con ella ayuda a exagerar nuestros deseos la gran naturaleza, "ese antiguo dios Pan de los ateos". "En las luchas de amor, si bien se mira, / la realidad es la verdad de todo / y lo ideal es una gran mentira, / lo que nace del lodo vuelve al lodo, / y acaba en arenal toda Palmira". Campoamor sublima y desublima y, en ese carrusel de cielo y tierra, no falta el humor. Su estilo es sencillo, directro, fluido, cargado de ironía, su musicalidad se expresa en heptasílabos, más raros octosílabos, y en endecasílabos, combinados con rimas consonantes.
El Torralba de Campoamor se educó en un seminario "y salió ateo". Acabó teniendo la conciencia moral por una gran quimera, que echó al mar en seguida (sic), para convertirse en un joven inmoral y gallardo, creyendo como el Korán (sic) y otros cristianos que no hay cielo mejor que el de Mahoma (Campoamor alude a la graciosa disponibilidad sexual en tal cielo de setenta y dos vírgenes), aunque este Torralba imaginario acabó dudando también de su duda (como A. Mochado) y -escribe Campoamor- quien duda de su duda más que un descreído es un creyente.
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Para salvar la ausencia de Catalina, Torralba crea a Muliércula, "máquina de amores" |
La conclusión es de un pesimismo sereno, de un desencanto que sólo aspira a la redención final, transmundana por conversión, porque en esta vida: ¡cuántos sinsabores nos cobra el cuerpo en alquiler del alma!, porque pesa más que nuestra alma nuestra arcilla: "Si el cuerpo es el más ruin de los amigos, / el alma es el peor de los tiranos". La búsqueda de la felicidad mediante la ciencia resulta un fracaso, mediante la magia y el placer de los sentidos, también. Tampoco sirve de mucho "remar en las galeras de la fama". Pareciera que para Campoamor yace el alma moderna crucificada en el hastío (el posterior esplín bodeleriano)... Su dictamen sobre la humanidad es rotundo en el canto quinto de la segunda parte. De nada sirve un idealismo sin realismo, un horizonte de perfección que no tenga como el gigante Anteo sus pies en la madre tierra:
Se oyen dos voces contrapuestas, como los contrarios de Heráclito:
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Hechiceras experimentadas dan alma a Muliércula |
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Le he pedido que en vez de un pegaso pusiera el ojo divino... |
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