MARCIAL


Busto homenaje a Marcial en Calatayud


"Si no me confías pequeños libros selectos,
tendré que sufrir que entren en mí polillas y crueles gorgojos"

(Marcial, Apophoreta, XXXVII)

Vida de Marcial

Nace Marco Valerio Marcial en Bílbilis, aldea de la Hispania tarraconense, cerca de la actual Calatayud, hacia el año 38 al 41, es decir, al comienzo de nuestra era. Cumplidos los 24, transporta a Roma su rudeza celtibérica y su rebelde cabellera con un patrimonio de ilusiones, optimismo y raros talentos. Es el año 64, año en el que Nerón incendia una parte de la metrópoli más grande del mundo. Asiste al advenimiento de la familia Flavia y confía en contar con el valimiento de los Sénecas, con la ayuda de Quintiliano, Lucano y la colonia de hispanos, pero Séneca se vio envuelto en la conspiracíon de Pisón y Nerón decretó su sacrificio...

Se introduce en los círculos literarios y amiga con Plinio el Joven. Consigue cierta popularidad lanzándose por la pendiente del descaro y de la adulación a los poderosos. Tito le brinda protección, pero pronto este emperador muere. Domiciano, su sucesor, patrocina grandes fiestas populares en el año 80, ¡cien días de espectáculos aparatosos, "pan y circo"! Marcial oficia de cronista de estas diversiones sanguinarias: De spectaculis. Este librito le saca del anonimato. Adula a Domiciano sin escrúpulos, pero como el emperador se muestra inmune al halago (aunque acabará poníendole cuatro guardaespaldas pretorianos para defenderlo tanto del odio como de la admiracion del populacho), Marcial recurre a la crónica escandalosa, inventa "el amarillismo", "el sensacionalismo" en verso, dos mil años antes de que lo cultive con éxito Tele5 y otras cadenas televisivas y periódicos de gran tirada.

Usa la concisa causticidad satírica del epigrama. Derrocha ingenio, juega con las palabras para aguijonear y morder, retoca levemente los nombres propios de aquellos a los que señala. Dice José Torrens que hubiera sido en nuestros días un formidable -y temible- reportero. Ante sus espejos deformantes pasa una extensísima galería de tipos a los que despelleja eficazmente con epigrámica brevedad. Arremete igual contra ricos, pobres y medianos, contra caballeros y libertos, contra ambiciosos, presumidos, viciosos, contra el prostituto, contra el que empeña su elocuencia, contra el poeta pretencioso, contra las viejas descocadas; en unas líneas destruye lo sublime vaciándolo en lo ridículo. Se ha dicho que es moralmente indiferente. No lo creo, en sus poemas corre una corriente honda de indignación ante la desvergüenza y lo que Cicerón (al que Marcial admira) llamó decorum en su Tratado de los deberes, "decoro" que podríamos traducir como sentido y coherente representación de la humana dignidad. Ridiculiza a aquellos que incurren en indignidad.

Se lamenta de su pobreza, pero consigue ser leído en todo el orbe, desde Britania hasta el Danubio. Nadie sino Catulo, al que aprecia, le aventaja. También aprecia a Juvenal, pero nunca habla de Estacio. No sólo es maestro de la sátira, también es fino con la elegía y el epitafio. Tres de sus composiciones, bellísimas, retratan a una abeja, una hormiga y una lagartija congeladas en un grumo de ámbar...

COMO UNA JOYA. Translúcida gota de ámbar caída sobre una abeja la retiene dentro de sí misma; se diría prisionera de su propio néctar; digno galardón a tantos afanes. Parece como si hubiese querido morir así. 



También describe el paisaje romano con exquisita sensibilidad. Marcial consiguió hacerse con el domimio de una quinta, no muy lujosa, en Nomentum. Pero donde de verdad se recrea con delectación es en las descripciones de su patria hispana cuando la rememora harto del bullicio, los ruidos, las insidias y los malos olores de Roma (que por entonces contaba con un millón de habitantes)... En el primer libro de sus epigramas entona la loa de su patria lejana: "ilustre por sus caballos y sus armas". Recuerda el Moncayo "de nevadas cumbres", sus plácidos lagos donde moran las Ninfas, el breve Jalón que templa hierros, la abundancia de su caza, el áureo Tajo que entoldan apretados árboles, las soleadas costas de Tarragona..., la vida provinciana lejos de recaudadores y de viudas pedigüeñas, "ni un lívido acusado interrumpirá tu hondo sueño y pasarás durmiendo la mañana entera. Gánense otros estrepitosa y frenética ovación..." (I, XLIX). Los vinos de la Tarraconense, que rivalizan con los de Etruria, sólo le parecen inferiores a los de Campania (Xenia, CXVIII).

En su Libro cuarto traza el Elogio de Hispania y ensalza su origen: "Nosotros, hijos de Celtas y de Íberos, no nos avergonzamos de ensalzar en versos agradecidos los nombres algo rudos de nuestro país, de sus ríos, robledales y ondulados campos con poderosos toros..." (LV). "¡Oh Betis, cuya cabellera ciñe una corona de fecundos olivares; que con tus limpias aguas lavas los dorados vellones de tus ovejas! Baco y Palas te aman. Neptuno, el padre de las aguas, abre un camino navegable por el mar blanqueado de espuma..." (XII, XCVIII). De Córdoba dice que "es tan perfecta como un ánfora de Istria" (XII, LXIII). Pondera los productos de su tierra, como el aceite o la lana: "Era su cabello más suave que vellón de oveja bética" (V, XXXVII), o confirma el atractivo y la habilidad de una bailarina gaditana:

TELETUSA DE GADES. Experta en adoptar posturas lascivas al son de las castañuelas béticas y en danzar segun los ritmos de Gades, capaz de devolver el vigor a los miembros del viejo Pelias y de abrasar al marido de Hécuba junto a la mismísima pira funeraria de Héctor. Teletusa consume y tortura a su antiguo dueño. La vendió como sirvienta y ahora la ha comprado como concubina. (VI, LXXI).

Quien ha disfrutado de los más refinados placeres de la vida complicada, añora la vida sencilla... Y Marcial regresa a Bílbilis en el 98, financiado por Plinio el Joven y por su paisana la viuda Marcela, quien le regaló una finca rústica mejor que la de Italia. Siente, no obstante, nostalgia por las tertulias de la capital del mundo, pero Nerva y Trajano, sucesores de Domiciano, no le hacen ni caso y la temprana vejez le retiene en Hispania. Muere con casi 65 años.

***

Los epigramas de Marcial

Por sus hexámetros podemos conocer la vida cotidiana de Roma, sus ruidos, sus olores, los guisos y manjares de sus mesas, la procedencia de los vinos y quesos, de los higos y ciruelas pasas...,  los vestidos y peinados de moda, las astucias de los cazafortunas, la hipocresía de los viciosos, es decir, una imagen íntima aunque artísticamente deformada de aquella sociedad... Marcial se permite dar consejos dietéticos: "Siendo ya vieja tu mujer y estando tus miembros muertos, con nada mejor puedes hartarte que con cebolla" (XII, XXXIV). Recomienda para sazonar los huevos una "salsa hispana de escombro". Sospecho que el "escombro" era un pez parecido al atún.

Desde su innata rusticidad provinciana, Marcial dispara contra un mundo en que la corrupción es moneda corriente, el lujo y los placeres sofisticados se imponen y lo natural aburre. Su brutal franqueza recuerda la parresía del cínico, su valiente franqueza y brutal sinceridad. Pero Marcial no se conforma con la simpleza soberbia del filósofo asceta, no quiere vivir como un perro y el cínico le parece un miserable, él reconoce que quiere vivir bien, aunque sin excesivos lujos, y disponer de medios y esclavos, y que para ello no le ha quedado otra opción que practicar un "género menor" en el que se divierte y entretiene a otros con "insignificancias": le basta agradar sin cansar. Reniega de la retórica y la pedantería, prefiere la naturalidad, la espontaneidad, no huye de las palabras malsonantes y se rebaja hasta la grosería, consciente de que sus libros son convidados como compañeros de orgía y gustan porque no cuestan dinero (V, XVI. AL LECTOR): 

TU PERRITO. Tu gozquecillo, Mancia, te lame el rostro y la boca: no me extraña si es que al perro le gustan los excrementos (I, LXXXIII).

A ZOILO. ¿Por qué Zoilo ensucias el agua de la piscina lavando en ella tu culo? Si es que quieres ensuciarla más, mete la cabeza. (II, XLII).

*** 

El "epigrama", del griego antiguo ἐπί-γράφω, literalmente 'sobreescribir' o 'escribir encima', usado por Marcial pone en verso con toda su salsa una breve alusión que redondea con un pensamiento clave, que sorprende al lector y sirve de azote o de bofetada, de recriminación o de reconvención imperativa... 



El término griego "epigrama" servía para cualquier poesía breve, pero con el empleo que le da Marcial se hace sinónimo de broma mordaz, ocurrencia frívola que echa mano de la antítesis brusca y la anécdota picante. "Mis versos están muy lejos de toda ampulosidad y mi Musa no se enfatua con el manto extravagante de la tragedia" (IV, XLIX). Marcial escribió 15 libros de epigramas, el primero fue el citado Libri de spectaculis, publicado en el año 80, y los dos últimos Xenia (Regalos para los amigos) y Apophoreta (Regalos para los invitados), en el 84 y 85.

Más que una poesía realista -como dice Jean Bayet- yo diría que se trata de una poesía naturalista, que exagera hasta lo grotesco los rasgos más sórdidos y rastreros de la condición humana...

 NO LO CREO. Siempre, Papilo, sirves vino de Setia o Másico, pero se murmura que tus caldos no son tan buenos. Se dice que por causa de tus cántaros eres viudo cuatro veces. Ni lo pienso ni quiero creerlo, pero no tengo sed (IV, LXIX).

 "Gemelo pide en matrimonio a Maronila, arde de pasión, se apresura, suplica, la colma de regalos. ¿Es, por ventura, muy hermosa? En modo alguno: la fealdad personificada. ¿Qué tiene ella, pues para atraer la súplica? Tose." (I, X).

En el primer epigrama, Marcial insinúa que Papilo envenenó a cuatro esposas. Con ese "tose" lapidario del segundo Marcial se malicia que el pretendiente Gemelo confía en que Maronila morirá pronto y le nombrará su heredero. "¡A buenos entendedores...!". Quiero decir a entendedores tan maliciosos como el epigramista. 

El autor reprocha a su amiga su indecisión: "Gala quiere y no quiere entregárseme; pero yo no podría decir cómo quiere y no quiere lo que quiere" (III, XC), y a Quiona su falso pudor: "Se murmura que nunca fuiste, Quiona, poseída y que nada hay más inmaculado que tu castidad. Te bañas, no obstante, sin velar la parte que debes. Si tanto es tu pudor ponte un velo en el rostro" (III, LXXXVII). "Se insinúan inclinaciones peores", añade con delicadeza el exégeta (J. Torrens Béjar).

Desvela las trapacerías del rival erótico: "Me invitas, Paulo, a escribir versos contra Licisca para que al leerlos se sonroje de ira. Eres un tunante: lo que quieres es quedártela para ti solo" (IV, XVII).

No siempre Marcial caricaturiza, también sabe elogiar el buen arte, los peces cincelados por Fidias, a los que sólo hay que echar agua para que naden; a los amigos leales; a los grandes maestros asesinados por motivos políticos, así por ejemplo, en el libro V arremete contra Marco Antonio por haber mandado la muerte del gran orador y filósofo Cicerón: "Cicerón callará, pero todos hablarán por él". O se manifiesta contra Nerón por haber mandado la muerte de Lucano, sobrino de Séneca: "¡Qué odioso te hizo esta víctima más que ninguna otra! Por lo menos ese crimen no se te debió permitir" (VII, XXI).

No hay que perder de vista que Marcial es también poeta de fina sensibilidad; si derrocha malicioso ingenio exponiendo malas o sucias costumbres, también reacciona con lírica inspiración ante ciertos acontecimientos dramáticos, como la muerte de un niño cuya garganta atravesó un carámbano:

VELEIDADES DE LA FORTUNA. En el sitio en que una puerta gotea cerca de la columna Vepsana y donde las losas están siempre resbaladizas por la humedad de una constante caída de agua, un estilete de carámbano cayó sobre el cuello de un muchacho que a la sazón pasaba por debajo de la húmeda arcada; y después de haber cumplido el fatal destino del infeliz, el puñal se derritió entre la caliente sangre de la herida... ¡Qué veleidades no se ha permitido la cruel Fortuna! ¿En qué sitios no nos acechará la muerte si hasta el agua puede degollar? (IV. XVIII)

Lamenta con melancolía lo que ha dejado un desastre natural: "Aquí tienes el Vesubio que poco ha verdegueaba de umbrosas parras... Ahora todo yace sepultado por el fuego y la lúgubre pavesa. Los propios dioses sienten el dolor de haberse permitido tal desastre" (IV, XLIV). O reflexiona originalmente sobre el manido tema del Carpe diem: "- Mañana, viviré, mañana -dices constantemente, Póstumo- Pero dime: ¿Ese 'mañana' cuándo llegará? ¡Cuán lejos está aún! ¿Dónde se encuentra o dónde buscarlo?... ¿A qué precio podrá comprarse?... Vivir hoy, Póstumo, es ya vivir demasiado tarde; para mí es verdaderamente sabio el que ha vivido desde ayer" (V, LVIII).

Marcial juega con paradojas: "Huyendo de un enemigo, Fannio se mató. ¿No es locura -dime- morir por no querer morir?" (II, LXXX). Denuncia la inútil crueldad del amo: "¿Por qué crucificas, Póntico, a tu siervo, despues de cortarle la lengua? ¿No sabes que el pueblo contará lo que él ya no dice?" (II, LXXXII).

A veces, el epigrama concluye en moraleja: "Aunque un favor sea muy grande pierde su valor desde el momento en que se publica". Marcial presta consejo al César: 

LUCHA DE CIERVOS. ¿Ves qué terribles combates libran entre sí los pacíficos ciervos? ¿Qué tremenda ferocidad en tan tímidos animales? Arden por combatir a muerte con su débil testuz. ¿Quiéres, César, salvar su vida? Echa sobre ellos tu jauría.

 Su agudeza estética es considerable: "Has pintado a Venus y eres, Artemidoro, devoto de Minerva: ¿Por qué entonces te extrañas de que no haya gustado tu obra?". Piensa pues que no puede emocionar a otros la obra que no emociona a su autor. En el epigrama 47 del Libro X nos ofrece una excelente síntesis de la vida que ansiaba:

Las cosas que hacen feliz, / amigo Marcial, la vida, / son: el caudal heredado, / no adquirido con fatiga; / tierra al cultivo no ingrata; / hogar con lumbre continua; / ningún pleito, poca corte; / la mente siempre tranquila; / sobradas fuerzas, salud; / prudencia, pero sencilla; / igualdad en los amigos; / mesa sin arte, exquisita; / noche libre de tristezas; / sin exceso en la bebida; / mujer casta, alegre, y sueño / que acorte la noche fría; / contentarse con su suerte, / sin aspirar a la dicha; / finalmente, no temer / ni anhelar el postrer día.

El rastro de Marcial en español 

Los humanistas del Renacimiento se interesaron por los epigramas de Marcial. Entre los escoliastas españoles destacan Baltasar de Céspedes por su Comentario a los Epigramas de Marco Valerio Marcial; Lorenzo Ramírez de Prado, por los suyos de 1607; el deán de Alcoy, Manuel Martí; el jesuita P. Tomás Serrano, que discutió con Girolamo Tiraboschi acerca de los méritos de Marcial en su singular libro Super iudicium Hieronymi Tiraboschi de Marco Valerio Martiale, Roma, ¿1786?; hasta el muy católico Marcelino Menéndez Pelayo se ocupó de los versos de Marcial y de su influencia en la literatura española.

Los autores de nuestro Siglo de Oro intentaron imitar a Marcial, la concisa armazón del epigrama y su sangrante remate. A este respecto puede considerarse al hispanorromano como antecesor del conceptismo. Juan de Mal Lara adaptó y recreó los epigramas de Marcial en su Philosophia vulgar (1568). Francisco de Quevedo también trabajó el género y Manuel de Salinas se inspiró en Marcial. Baltasar Gracián, paisano de Marcial y admirador de su obra, incluyó en su Agudeza y arte de ingenio (1648) las traducciones de Manuel Salinas y Lizana.

Se conserva un manuscrito inédito que contiene traducciones de epigramas de Marcial al castellano. Es o fue propiedad de don José S. Lasso de la Vega e incluye anotaciones y versiones marginales de varios autores, testimonio interesante de cómo Marcial continuó inspirando a los escritores españoles a lo largo de los siglos.

Dificultades de traducción


Muchas de las traduciones que se editaron en español están expurgadas. Se eliminaban los epigramas que se consideraban obscenos. Otra forma de censura es traducir suavizando el contenido de los epigramas para "evitar ciertas desnudeces que repugnan en todas las latitudes". Por eso la traducción de José Torrens -como él mismo declara en su prólogo- echa sobre los epigramas más atrevidos o picantes "el velo del eufemismo" para evitar "excesivas transparencias que hagan fruncir el ceño al lector de gusto". Lo sorprendente es que las costumbres cambian y la expresión "hacer el afeminado" puede ser hoy o mañana más ofensiva o políticamente incorrecta que "hacerlo por el culo". Veamos el epigrama XLVIII del libro 4º, original y posibles traducciones:

Percidi gaudes, percisus, Papyle, ploras:
cur, quae vis fieri, Papyle, facta doles?
paetinet obscenae pruriginis? an magis illud
fles, quod, percidi, Papyle, desieris?

¿POR QUÉ SERÁ? Te gusta, Papilo, hacer el afeminado y en este momento lloras. Y eso, ¿por qué? ¿No se te hace lo que quieres? ¿O es que te arrepientes de tu impúdica afición? ¿Será quizá porque se acabó tu diversión? (traducción de J. Torrens).

You love taking it in the arse, but when it's over, you cry. You want it to happen, Papylus, so why are you upset once it's done? You're sorry you're turned on by somenthing dirty? Or do you cry because it's over, Papylus (traducción inglesa).

Te encanta por detrás, pero cuando acaba lloras. Quieres que suceda, Papylo, entonces ¿por qué te enojas una vez que termina? ¿lamentas estar excitado por algo obsceno? ¿O lloras porque se acabó? (más literalmente).

Bibliografía

Marcial. Epigramas completos y libro de los espectáculos, editorial Iberia, Barcelona 1990.
Jean Bayet. Literatura latina, Ariel, Barcelona 1975.


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