FRANCISCO LUIS REDONDO ÁLVARO

 

Francisco Luis Redondo Álvaro (Úbeda 1938- Burgos 2018)

"Si vas a jugar conmigo, procura que yo también me divierta"
Del Catálogo de Frases felices de Franredal

Se presentó en mi buzón digital como "Franredal" con extensión en Telefonica.net. Eso debió de ser a principios de siglo, porque mi hija mayor estudiaba por entonces tercero de Biología en Granada. Su carta facunda, jocunda y jubilosa, me infectó de curiosidad. ¿Quién será este tipo tan redicho? Franredal acababa de jubilarse y había encontrado mi nombre y currículo en la Red indagando sobre Medardo Fraile, mi apreciado mentor y prologuista de El Reino de las Libélulas (relato real y sublimado de mi mili). Franredal conocía a mi padre y a mis tíos, todos tirando a altos y rubios, "esplendidos voceadores" en el comercio y fuera de él, según los describía con justicia y suavidad. Recordaba a mi abuelo José Biedma Moya corriendo detrás de un carrero que había atropellado a mi tío Juan Ángel, no sabiendo si la culpa había sido del nene, del carrero o de la mula del carrero. Eran tiempos bestiales, en los que todos éramos pobres y en que todavía no se había impuesto el miserable dominio del hombre por el coche. Franredal reconocía que llevaba cincuenta años viendo correr al carrero y a mi abuelo, talabartero, guarnicionero y protector de su benjamín, saltando detrás del carrero.

Se alegraba de que pudiéramos compartir el dominio del francés como segunda lengua y manifestaba su admiración por el jaime fatalista de Diderot y por los nombres propios, porque -según él- no significan nada... Decía estas y otras cosas no tanto por convicción, sino pour faire de l'esprit, por el gusto de distraer, despistar y enmarañar a un inédito Biedma filólogo. Yo le discutí lo de los nombres propios citándole a María Zambrano, pues tengo para mí, apoyado en ello por la mística y filósofa de Vélez, que los nombres propios significan todo, es decir, lo indefinible, la verdaderas sustancias que no sólo son infinitas en número, sino también únicas, como las suponía Leibnicio, es decir, las mónadas irrepetibles, pues es el individuo el que desarrolla en sí el infinito con todas sus imperfecciones, pues aún en el caso de que Dios sea lo real, según el panenteísmo krausista, todo lo propiamente real es no-Dios.

No me imagino al que luego reconocí como famoso doctor en Medicina y Cirugía trajinando en su adolescencia con una recua de mulas y trayendo miel de la Alpujarra, ni vendiendo jáquimas del taller de mi abuelo por esas sierras de Jaén, Albacete y Cuenca. Franredal quería confundirme o seducirme. Más fácil me resultó imaginar a mis abuelos maternos, Agustín y María, grandes viajeros, en su piso de Nueva York. Según su testimonio también pudo ver a mi malogrado tío Lorenzo López en Madrid cuando ya el cáncer lo devoraba.

2 de noviembre 2011. De izquierda a derecha: JBL, autor de esta entrada,
Ann, esposa germana de Franredal, MariPepa Cordero,
Franciso Luis Redondo, insigne médico y escritor
 y Juan Enrique García Blanca, profesor y dramaturgo.


Surgieron amistades y conocidos comunes en la correspondencia que intercambiábamos: Juan Enrique García Blanca, José Luis Miras Orozco, Antonio Parra (que había muerto recientemente en Madrid), Antonio Espadas, los Castillo... Ya como cibercolegas y ciberamigos, intercambiamos literatura: Una noche en Nueva York, por su parte, y El Reino de las Libélulas, por la mía. Este es el librillo prologado por Medardo Fraile en el que Franredal encontró viveza y frescura. Le gustaban mis metáforas. Eso me halagó. Y, afectando humildad, describía en contraste su propio estilo como rígido y cortante...

Yo no lo veía así. En el número 135 de la revista IBIUT (Año XXIV) me explayé sobre los cuentos de Paco Luis: "Goethe en el Guadalquivir". Dejé clara aquí mi admiración por su amable ironía, su humor socarrón, su elegante y transparente empleo del español de Cervantes. Y es que Franredal ha sido escritor culto pero no pedante, un escritor para lectores selectos, los que escasean.

El doctor Francisco Luis Redondo Álvaro fue un especialista internacionalmente reconocido en Bioquímica clínica, hizo su especialidad en Nueva York y su doctorado en Bolonia como interno del Colegio de España, becado en el hospital Nestlé de Lausana, profesor de la Complutense... Como tantos otros médicos humanistas hispanos, como Laguna, Juan Huarte Marañón o Laín Entralgo, hizo compatible su vocación científica con su gusto por las Letras. Lector empedernido y exquisito, excelente escritor, estudió Psicología y se licenció en Filosofía y Letras en Madrid. Ostentó el cargo de Secretario General de la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas desde 1997 a 2001. En 2004 fue nombrado consejero del Instituto de Estudios Giennenses.

Al fin, nos conocimos personalmente en 2011, en presencia y figura, como exige la amistad, y tuve el honor de presentar una de sus colecciones de cuentos en la UNED de Úbeda, su ciudad natal, en la que quería reintroducirse con nostalgia después de haber participado en la diáspora intelectual de aquellos ubetenses a los que la provincia se les quedó corta o cortísima.

El 19 de marzo de 2014, Franredal me felicitaba porque daba "la puñetera casualidad" de que era San José y me incitaba a incluir enlace de su blog SOBRETARDE en el mío, o en uno de los míos. He comprobado que se refería a Espíritu y cuerpo, del que soy coautor, aunque fue mía la iniciativa de crearlo para ensayar la reintegración de esas dos mitades que separó el racionalismo cartesiano; el cuerpo animal y el alma espiritual.

Haciendo sus pinitos en el teatro (1961),
55 años antes de la presentación de Don Juan de Bergerac,
con una personificación de Antruejo, El Carnaval

Estoy convencido de que la distinguida y clasicista prosa de Paco Luis merecería mejor consideración, por escritor fino, cosmopolita, culto y extemporáneoO tal vez no, si recordamos aquel dictamen del "infiel David Hume": "No hay mejor signo de que algo es falso que cuando las masas lo aprueban" (en carta a su amigo Adam Smith). El mismo Franredal lo recuerda en la "Carta al Lector" de su segundo libro de relatos La solución está en Shakespeare (2005): "la fama puede ser también una sucesión de malentendidos". O un golpe de suerte, ¡a ser posible televisado!

Yo le advertía al amigo Franredal que sus cuentos "lo tenían crudo" en el mercado actual, precisamente por ser amables y esperanzados. Como él mismo reconoce en su introducción a El secuestro del sabio, otros le han dicho que sus relatos "no son para todo el mundo"; natural, especialmente si se coquetea con la filigrana y la erudición, aunque se haga con mesura. Francisco Luis sabía que para contar horrores y tragedias ya están los noticiarios y por eso cuaja sus cuentos con un humor tan original como elegante. Dejó escrito, sin embargo, que "la literatura es casi lo contrario de la exactitud: es la divagación, lo exagerado, lo distorsionado, lo imposible" (En "Historia de un cálculo renal", relato incluido en El secuestro del sabio, 2006).

Se ve que había cogido el virus de autor y, a pesar de sus reparos, no lo podía soltar. Al final publicó también una obra de teatro: Don Juan de Bergerac, que él mismo define como "tradicional". Poco antes de morir, seguía escribiendo en su blog SOBRETARDE. En su último entrada (29 julio 2018) reconoce su gusto por la digresión y su proclividad a escribir largo por amor a la exactitud: "nada, por simple que sea, se puede decir con mediana exactitud en menos de dos o tres páginas". En los últimos años cultivó también el ensayo de metaliteratura con sus Apuntes sobre literatura, disponible en Amazon como sus Relatos con Úbeda al fondo (Úbeda, "un trozo verdadero e intemporal del Ática"y como el resto de sus obras literarias.

Le animé a abrirse un blog y acabó muy contento con el suyo al ver que en él entraban lectores de todo el mundo. Se permitió en él la autobiografía, recordando sus días de gloria, deteniéndose "en Rosalyn Yalow y Solomon Berson que, en mis años de Nueva York, andaban ganándose el Nobel —en realidad se lo habían ganado ya— con su invención del RIA. Se lo dieron sólo a Rosalyn porque Solomon cometió el tremendo error de morirse a los cincuenta y tres". En una de sus cariñosas cartas (abril 2015) me enfatizaba "que vivimos sólo una vida de las infinitas posibles y que, consecuentemente, lo que procedería sería vivir unas cuantas veces. Siempre como seres humanos, nada de extravagancias, y con vidas que partieran de alguno de esos nodos en los que se bifurcó nuestra trayectoria, durante la existencia que tuvimos o tenemos todavía. ¿No sería esto razonable? ¿Con quién habría que hablar para solventar esto?".

En su blog Sobretarde escribió también sobre "la impotencia de la posverdad", o sea, sobre el cambalache frívolo con la mentira, contubernio al que considera enemigo de la gran tradición humanística de nuestra cultura occidental que condensa en la fórmula 'Amicus Plato sed magis amica veritas', que traduce: "Amigo Platón, pero más amiga la verdad". La frase expresa una constante temporal: la veneración por la Verdad de la historia de nuestra filosofía. Fue citada por Ammonio en su Vida de Aristóteles. Cervantes también la recoge en la segunda parte del Quijote, como Erasmo. Newton la manejaba como moneda de uso común.



Francisco Luis recuerda el interés de la epistemología moderna -desde Descartes- por la verdad o, por lo menos, el cuidado del racionalismo y del empirismo por evitar el error, por excusar la prevención y la precipitación. Cita a Charles Sanders Peirce y su falibilismo según el cual "ninguna creencia puede ser justificada enteramente". Incluso la verdad científica es siempre provisional. Al lado de este cuidado filosófico por distinguir la falsedad de la verdad, lo probable de lo cierto, el mundo de la posverdad no es más que un basurero de falacias. Como recoge el tango Cambalache (1934) de Santos Discépolo: "Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor!". En su novela de 2009 Las increíbles vidas de Roberto Milfuegos (XI) compara los venerables ejemplos de lealtad, respeto a la palabra dada y cumplimiento de los compromisos de los mejores hombres de antaño con lo que hoy se estila en España:

"Aquí ya vale todo, después de siglos de malversación de talentos, de dilapidación de saberes, de amiguismo descontrolado. No parece haber ninguna diferencia entre lo cierto y lo falso, entre lo bello y lo feo, entre lo noble y lo perverso. Nos han hecho creer que el alumno sabe tanto como el maestro, el delincuente cuenta más que la víctima; no hay jerarquía de valores, se acabaron la cortesía y el respeto. Nada es grande, nada es admirable, nada está prohibido. Ya no hay reglas ni normas y todo depende del capricho de los jefes o de los intoxicadores de turno. No todo es culpa de los medios de comunicación, eso sería una explicación demasiado simplista. Aunque Baudrillard sostiene que el hombre actual difícilmente distingue entre lo verdadero y lo simulado, porque vive en un mundo presidido por la falsificación y la impostura. Se le ha metido en el cerebro un receptor de televisión. No es que esté mirando a la pantalla, sino que la tiene dentro de sí mismo".

Volviendo a nuestro humanismo clásico... Resultó hermoso -parafraseo a Franredal- ver a tantas personas nobles proclamándose amigos de la diosa Verdad, tan esquiva que no se casa con nadie. Y es triste encontrar ahora tantos dispuestos a deformarla y envilecerla. Francisco Luis Redondo Álvaro fue uno de aquellos que no desistieron, siempre dispuesto a mirar atrás para ver mejor delante. Su amistad con la verdad no le impedía usar consciencientemente la exageración -hiperbólico andaluz- como recurso literario. De él se puede decir también que se divirtió con la ficción, pero atento a su verdad... "No se escribe ficción para retratar la vida; se escribe para suplantarla, para olvidarla, para intentar cambiarla, aunque sea con la más candorosa modestia". Como dijo la señorita Prism de Oscar Wilde, la verdadera ficción quiere decir que los buenos acaban bien y los malos mal, cosa que no suele ocurrir en la realidad. O belleza o diversión, tal es para Paco Luis la intención del arte verdadero, con esa horca de dos puntas escribió y consiguió instruirnos y deleitarnos con gran perfección. A fin de cuentas, puede que lo que inventamos sea lo más auténtico e intenso de nuestras vidas.

En el verano de 2004 esperaba Paco Luis encontrarse con Leopoldo de Luis en la sierra madrileña (me entero ahora de que el famoso poeta fue hermanastro de Francisco Umbral, hijo natural este de su padre Leopoldo Urrutia con la secretaria), pero el premiadísimo intelectual no acudió por motivos de salud, moriría poco después, en noviembre de 2005. Soltaba yo mi pregón taurino en la feria de Úbeda de aquel año cuando Francisco Luis viajaba a Carcasona y se confesaba taurófobo, mas no enemigo de taurófilos. Incluso me citaba a su amigo taurófilo José Antonio Trujillo Ruiz, director de la fenecida revista AllegrO, como fuente optativa para mi pregón. Preparaba Franredal una prédica sobre escritores fallecidos antes que Lautreamont, que murió a los 24, ¡que ya es morirse joven! Observo ahora que los conocimientos literarios de Paco Luis fueron enciclopédicos, con indudable preferencia por los clásicos, no obstante haber dedicado su vida, como reconoce en una carta dirigida a Antonino Muñoz Molina a estudiar, medir y simular el azar en el ordenador, porque amaba sobre todo los números. Un ejemplo de lo que pueden dar de sí los números puede leerse en su cuento "El secuestro del sabio", que sirve también de título a su tercer libro de relatos.

En 2012 estaba a punto de perder su buena educación, enfadadísimo con Antonio Muñoz Molina, académico y paisano, al que había escrito tres veces en doce años sin merecer respuesta, al que había invitado a su conferencia "Los juegos de azar y el nacimiento de la probabilidad", sin merecer asistencia ni excusa por inasistencia. Al contrario que Laín Entralgo, al que había tratado en sus últimos años, el autor de El jinete polaco le resultaba a Paco Luis inabordable, ¡a un paisano que le interpelaba con humildad de neófito en cuestiones literarias, que lo reclamaba como mentor y que había tratado con premios nobel en el Mount Sinai Hospital de Nueva York!

Dolania americana ha llamado la atención de los entomólogos
porque apenas vive unos minutos
después de su muda final (Foto:"Forestal en la mira" en Facebook)

Tal vez animado por su amigo el profesor de la universidad de Siena Arnaldo Cherubini, Francisco Luis Redondo acabó publicando las cartas que enviaba, siendo Secretario General de la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas (Asemeya), a sus miembros. Las dio a luz en 2013 con el título de Silva epistolar, porque según el profesor Arnaldo constituyen verdaderas piezas literarias. Los dos volúmenes de Por si ayudaran, del mismo año 2013, recogen ensayos del autor elaborados sobre charlas y conferencias no relacionadas con la medicina.

En un "emilio" del otoño 2015, Franredal me confesaba: "Al llegar a cierta edad, lo más sensato es permanecer alejado en lo posible de la estulticia humana y refugiarse en una leve y discreta misantropía". Partía para Ordesa, para los Pirineos, persiguiento otoños a sabiendas de que los que buscaba ya no volverían. En septiembre de 2016 emprendía el camino de Santiago con su nueva prótesis de cadera, para aprovecharla. En noviembre leía en público su Don Juan de Bergerac en la recoleta biblioteca del Retiro de Madrid. La obra gustó, pero Paco Luis no podía saborear ese pequeño triunfo, de verse tan arropado por viejos amigos, sino con el regusto de que "todo está tocado de banalidad, de evanescencia". En su carta del 29 habla de la Dolania americana, una efímera o cachipolla que apenas vive unos minutos... Y yo le mandaba un enlace sobre la cultura de lo efímero y las efímeras, de mi blog Bichos, Letras, Venenos. En una carta del 4 de diciembre se sorprendía por mi bestiario y mis fotos de bichos y me decía que tenía que aprender a venderme más y mejor. Yo le respondía que prefería con mucho la aldea a la corte, sobre todo desde que lei a Antonio de Guevara (pionero europeo del ensayo moderno), y le añadía que prefería un rato con José, casero, o Luis, tractorista, junto al fuego, oliendo la matanza que cuelga del techo del cocherón y oyendo el trino de los colorines presos, a un evento cultural rodeado de coches. Mi Luisa me ató corto ¡gracias a Dios! porque este servidor tenía cierta tendencia al malditismo... Nunca aprecié el poder ni la gloria / breve prórroga de la memoria. Mucho menos a Fama, la hermana "traviata" de Gloria (eso fue poco después de romperme el tendón cuadricipital). 

El 31 de enero de 2016 Paco Luis nos mandaba un acertijo en francés a mi tía Mary y a mí, para entretener nuestros liberales ocios, pensando que gozaríamos de los suyos. El 29 de abril hacía mención de la presentación de su obra de teatro en Nueva York, en un centro de cultura española fundado en 1858 ("La Nacional") donde escribió Lorca parte de su Poeta en Nueva York, joya del surrealismo. Se hacía eco de la muerte imprevista de Juan Enrique García Blanca. Mandaba un relato de Gerardo Piña-Rosales, "Don Quijjote en Manhattan".

Autógrafo de Paco Redondo con la dedicatoria de
El secuestro del sabio al autor de esta entrada.

El 9 de noviembre de 2017, Franredal, que había dejado su blog, hizo una excepción para dedicarle una necrológica a mi querida tita Mary Cordero, "vital, risueña y volcada al futuro", que disfrutaba de "una iluminada vejez despierta y creativa, interesada por todo, por las cosas viejas y por las nuevas. Mary era una dicha, un premio, una fortuna para sus amigos. Era una mujer abierta, sensible, cariñosa, capaz de entender, y de querer, a todos, los de su edad y los más jóvenes".

El once de noviembre del 2017, Franredal me cuenta que ha ordenado todo lo que ha dejado escrito en la página de Escritores complutenses 2.0 (ahora en obras). Son en total 24 libros, dos pendientes de publicación. Acababa de firmar un contrato para publicar Relatos con Nueva York al fondo en esa ciudad de los Estados Armados de América... Acercándose ya a los ochenta, enojado, perplejo y apesadumbrado "por lo de Cataluña", el tono era casi de despedida:

En fin, todo sigue igual: el tiempo corriendo, la vida gastándose, los sueños resistiendo, las esperanzas mermando, los recuerdos cada vez más esquivos y los olvidos cada vez más tenaces. Y lo más triste: los amigos, los de siempre, muriéndose.

 A pesar de su general desdén hacia la política, Paco Luis se pronunciaba:

Que políticos que llevan años maquinando un proceso ilegal de la cruz a la raya, desobedeciendo sentencias de tribunales legítimos, mintiendo y confundiendo a las gentes, convencidos de no sé qué clase de superioridad, delirando más allá de lo imaginable, prometiendo paraísos imposibles, presumiendo de una no violencia absolutamente falsa, mendaz y no sustentada en la realidad, etc., pretendan aparecer como mártires y víctimade la incomprensión, la venganza y la humillación, es algo capaz de sublevar al más tranquilo de los observadores.
¿De qué violencia están exentos?, será de la del fuego y la espada. Aprovecharon la atonía de un pueblo, que seguramente no previó que fueran capaces de llegar tan lejos, y con el que no fue preciso ser violento porque bastó con aprovechar su debilidad. ¿No es violencia todo lo que se le hace a un niño, incapaz de oponerse con algún criterio a lo que se le enseña? ¿No es violencia la obstinación patológica en desgarrar un estado forjado hace siglos, aunque tenga sus imperfecciones, como todo lo humano?

Como él mismo dejó escrito en el epílogo de su novela, Paco Luis se deleitó, sobre todo tras su jubilación como investigador clínico, en volcar sobre el papel algunas de las pocas claridades que le habitaban o, todavía menos, los demonios que le atormentaban. Hay pocos demonios en las ficciones del autor, en las que casi todos los personajes son amables, muchos educados, y otros hasta candorosos.

Contraportada de El secuestro del sabio, 2016

En abril del 2020 recordé en NuevoDiario, con el título de "El Tunel de Bradamante" la leyenda de la princesa Galiana, hija del moro Galdrafe y la cristiana Faldrina, viuda del conde Don Julián. Dediqué el artículo a la memoria de Francisco Luis Redondo Álvaro (mi amigo Franredal, que había fallecido hacía algo menos de dos años). Paco Luis contaba en su Silva epistolar haber investigado el túnel mítico diseñado por el régulo de la taifa de Guadalajara para verse en secreto con la princesa toledana, a la que idolatraba. Según Franredal, tal túnel estuvo concebido como nido o tálamo de luces muy matizadas, para yogar u holgar sin prisas, actuando con la más extemada delicadeza que exige el fino amor. 

Dicen que Carlomagno mató al moro Bradamante y se quedó con su espada Durandarte, que luego cedió a Roldán, pero yo no lo creo... Antes de morir o -como él decía- "antes de pagar la inaplazable deuda con la naturaleza", Franredal se preguntaba si no correrá en alguna parte arroyo milagroso en el que podamos olvidar discrecionalmente, esto es, descargando a voluntad los recuerdos que nos pesan: de desastres, calamidades, dolores, vergüenzas, culpas, desengaños, ¡incluso de amores!: olvidar a alguna Galiana caprichosa, desacordarnos de alguna ingrata malcriada o de un cierto cabrón narcisista o cruel, que los hay a montones... En su relato "El gran juicio", el protagonista parece sobrevivir perplejo e inseguro en un entorno post-mortem, en una especie de limbo. Allí se plantea el dilema de si al final sólo quedará la nada o la misericordia. Un viejo con pinta de demiurgo y gesto melancólico le replica que tal vez la nada sea también la misericordia. 


Puede que el Supremo Hacedor haya trabajado con materiales corrompidos. El barro con que moldeó a nuestros primeros padres no daba más de sí. Desde luego, estos materiales se deterioran y deforman muy rápidamente. O tal vez el mundo haya sido creado por algún dios maligno o un arcángel caído, por alguna superinteligencia extraterrestre incompetente y osada... El caso es que hay lugar para formular, en la sobretarde de la vida, antes de la anochecida tal vez definitiva, un elenco de reproches metafísicos, como aquellos que tenía anotados nuestra amiga Pepita Castillo (Julia) mientras consumía su juventud en la dependencia de una parálisis progresiva... ¿Por qué hay criaturas dispuestas exquisitamente para matar? Depredadores. ¿No podrían haber subsistido de otra manera menos brutal y cruenta? ¿Y por qué la muerte nos llegaba siempre a destiempo y en ocasiones con un ensañamiento injustificable?: Niños que no llegaron a madurar, jóvenes que no conocieron el amor, viejos que se vuelven vegetales y pierden memoria, alegría y esperanza, antes de ser finalmente aniquilados, sin dignidad. Y la paz, siempre tan frágil; y el amor, tan corto; y la ternura, tan rara; y la felicidad, tan fugaz. En aquel bosque de las almas imaginado por Paco Luis se oían por todas partes preguntas quemantes. Y es que quizá por debajo de todo haya un caos más impenetrable y complejo que cualquier dios que podamos concebir. 


La constatación de la imperfección de lo creado parece remitir a un paraíso perdido o se explica mediante un caída mortal, un resbalón en el tiempo, un pecado genuino. No se conjura esa evidencia más que mediante la creencia en dioses que tal vez puedan compartir también esa esperanza de un universo mejor. ¿Qué valdrían la esperanza y la certeza de un dios? Más desde luego que las pocas claridades y vanas ilusiones humanas, pero no sabemos nada de cómo son la esperanza y la certeza divinas. El viejo de la fábula de Franredal concluye: "Sabed simplemente un cosa: a los dioses también los aniquila el misterio. Quizá la única salvación es el olvido, la renuncia, el desistimiento". 


Todas las preguntas quedaron sin respuesta, pero también olvidadas. Los enigmas desaparecen cuando no se los plantea. Menos mal que el autor cita, justo al principio de "El secuestro del sabio" a su prototipo, a Albert Einstein: "Lo importante es no dejar de hacerse preguntas". Nosotros creemos como el barón Bermejo que no debe haber lugar en los corazones de la dama y del caballero para la ira, que es perturbación del ánimo en el recordar, entender y querer. Por la turbación del cabreo sucumbe la memoria, ignora la inteligencia y enloquece la voluntad. En ningún caso deben la duda ni la perplejidad cabrearnos. En el limbo imaginado por Paco Luis no hay cólera ni rabia que valgan, reina la tranquilidad, la serenidad, la imperturbabilidad ansiada por el estoico, que nos coloca muy por encima de cualquier posibilidad de desagrado: placidez extrema, beatitud y paz interminables. El tiempo parece rendirse ante la simultaneidad. Premisas y conclusiones se presentan ya a la vez ante un horizonte íntimo y reconfortante. Ninguna buena intención se ha perdido. Las de Franredal seguirán vivas en sus libros.


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