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Autorretrato de Eduardo Vicente (1909-1968) |
He reparado en la interesante, translúcida y melancólica pintura de este maestro olvidado, gracias al segundo "salón de los pasos perdidos" de Andrés Trapiello (Fractal, Alianza, libro 2, pg. 270). Refiere allí que, yendo a la casa de Paco Vighi, donde había quedado con su hijo y con la viuda del poeta, en el número 12 de la calle Grijalba de Madrid vivió el pintor Eduardo Vicente con su segunda mujer, antes de separarse de ella para irse a la buhardilla de la calle Leganitos donde algunos inventaron que se ahorcó.
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Edurdo Vicente, El vagabundo, hacia 1945 |
No fue así, el caso es que murió solo y lo encontraron cuando fueron a verle por echarle de menos en la tertulia. Llevaba dos días muerto y había fallecido de repente, acurrucado en un rincón de su estudio como si la Parca le hubiese sorprendido en un primer sueño. Para algunos -dice Trapiello- ese deceso triste parecía poco trágico y lo adornaron con un suicidio.
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El café Gijón, Eduardo Vicente, 1950 |
Francisco Vighi (1890-1962), ingeniero poeta o poeta ingeniero, y Eduardo Vicente Pérez, pintor, eran como hermanos. Eduardo Vicente ilustró la edición de Versos viejos de su amigo con dibujos originales, estilizados, a plumilla, con tipos de Madrid, con arrabales, desmontes y desolación poética. Y es que la vida de Vicente fue tan bohemia como desdichada.
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Bebedores en la plaza Mayor, años 60 |
Hay quien dice que pasaba por pintor extraordinario antes de la guerra, pero que vino la guerra y se malogró, como tantas cosas se estropearon y a tantos seres malogra la violencia entre hermanos y primos hermanos, el "conflicto incivil", pues la guerra la hacen mejor los peores y hace malos a los regulares.
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Barrio bombardeado, 1937 |
La vida le gastó muchas "putadas" a Eduardo Vicente. Tuvo que esconderse después del desastre porque había militado, como liberal, en el bando llamado "republicano". Ahí están sus cuadros de milicianos y sus carteles anarquistas.. Desaparecido, vivía con el temor de que lo reconocieran y le hicieran pagar su colaboración activa con los rojos, como cartelista y propagandista.
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Carátula de Eduardo Vicente |
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Miliciano de guardia, 1937 |
No obstante -según cuenta Trapiello-, un buen día se lo encontró Eugenio D'Ors por la calle. Eduardo Vicente se ganaba la vida como pintor de brocha gorda y marchaba con su escalera y su cubo de pintura. El catalán le reconoció, así que le paró y le preguntó cómo y por qué desperdiciaba sus indudables talentos artísticos...
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La Nardo |

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Hombre anuncio, 1951
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Eduardo le rogó, asustado, que no lo delatara. D'Ors, jerarca del nuevo régimen, abordó la rehabilitación del artista como cuestión personal y logró la normalización policial de su situación. Tal vez la policía ni lo buscase o tal vez le hubiese metido en la cárcel con un bonito par de penas de muerte, quién lo sabe, dado el desquiciado tenor de aquellos años. Antes de su encuentro con D'Ors, el artista se ganó la vida con otros menesteres humildes, pero gracias al filósofo y esteta volvió a pintar en lo suyo. |
Aparición de la Virgen a la princesa Elima |
Eduardo tenía una visión pesimista, barojiana de la vida, y su plástica hizo asunto especial y social del tipo de madrileño pobre, del vagabundo, el borracho, la prostituta, el organillero, el vendedor de objetos navideños, etc. Se fijó en los arrabales, las casuchas de las riberas, los puestos del Rastro... También en las mujeres de pueblo, laboriosas y dicheras, de anchas caderas, muñecas fuertes y pantorrillas potentes.
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Retrato de Pio Baroja, lápiz y papel, 1949 |
Trapiello ve la debilidad de la pintura de Eduardo Vicente en la propensión a la caricatura...
"La caricatura está siempre, se quiera o no, un paso por detrás de la realidad. Los caricaturistas en la pintura o en la literatura tienen mucho más éxito que los escritores y los pintores de la realidad, porque la gente les comprende antes. Fue el caso de Sert (caricatura de Tiépolo), de Zabaleta (caricatura de Picasso), de Palencia (caricatura de la vanguardia). Les bastan los rasgos elementales. Vicente es un pintor elemental, pero no despojado. No es lo mismo un pintor esencial que elemental".
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"Esperando" |
Por fin, en la dura postguerra, Eduardo Vicente fue recuperando sus viejas amistades, al menos las que habían quedado en Madrid. Ilustró la primera edición de los Versos Viejos de su amigo Vighi, que Trapiello reeditó y prólogo en 1995 (editorial Comares, Granada).
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Bautismo de Cristo, 1943 |
Asiduo de las tertulias del café Gijón, a partir de entonces inició su ascenso a la fama, aclamado por escritores e intelectuales en el parnaso de la pintura madrileña de la postguerra. En la llamada "Escuela de Madrid" ocupa un singular puesto junto con Benjamín Palencia, Rafael Zabaleta, Ortega Muñoz, Pancho Cossío y Díaz Caneja.
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El baile, hacia 1960 |
En 1951 fue nombrado miembro del Jurado de la Primera Bienal Hispanoamericana del Arte e invitado a la Bienal de Venecia, su arte se alineaba dentro de las tendencias consideradas entonces renovadoras de la plastica española.
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Lavando en el río, hacia 1960 |
No obstante, a partir de 1957, con la aparicion de "El Paso", del Informalismo, del "Arte Otro", el Pop y demas movimientos de vanguardia, Eduardo Vicente pasó a formar parte de un pasado que los artistas jóvenes consideraban caduco. Con su muerte relativamente temprana desapareció discreta y silenciosamente del escenario artístico en la primavera del año 1968.
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Mujer al aire libre, hacia 1960 |
Se había formado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Eduardo Vicente, antes de la Guerra Civil había colaborado, como copista, con el Museo Ambulante de Misiones Pedagogicas, creado para mostrar por pueblos y aldeas copias facsímiles de las obras mas representativas del arte español, también se encargó de realizar reproducciones de las Pinturas Negras de Goya.
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El matadero, hacia 1950 |
Su vida y obra estuvieron profundamente marcadas por la Guerra Civil Española. Durante el conflicto, su figurativismo buscó la inmediatez de la fotografía...
Tras la guerra, Eduardo tenía treinta años y se convirtió en un testigo plástico de la realidad de Madrid, capturando la melancolía de sus barrios periféricos, los paisajes del río Manzanares y las figuras anónimas de la calle.
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Barrio de la Morería, Madrid 1950 |
Como hemos visto, su obra fue presentada y promovida por el crítico de arte Eugenio D'Ors, lo que le dio visibilidad en el circuito artístico de la época. A lo largo de su carrera, además de la pintura de caballete, realizó trabajos de ilustración para libros y decoraciones en edificios públicos y frescos religiosos.
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Infancia de Cristo, Iglesia de Navacerrada, 1954 |
A parte de la recurrencia temática a la ciudad de Madrid, a sus monumentos, espacios humildes, gentes, atmósferas de cafés y verbenas, la pintura de Eduardo Vicente se caracteriza por el uso de trazos ágiles y limpios, el dibujo en esbozo, el interés por la luz, el empleo de colores delicados y translúcidos. Sin duda, posee un sello o estilo muy personal.
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Escena taurina hacia 1965 |
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El Escorial, hacia 1955
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Su obra expresa una sensibilidad de vena nostálgica, con carga literaria y pincelada expresionista, transmitiendo una sensación de desamparo en los paisajes urbanos, descampados y suburbios que representaba.
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El beso, acuarela hacia 1960 |
Eduardo Vicente fue hermano menor del también destacado pintor hispano estadounidense Esteban Vicente (1903-2001) que perteneció a la primera generación neoyorquina del expresionismo abstracto y fue profesor de pintura en la Universidad de Puerto Rico.
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Eduardo Vicente, Florista hacia 1955 |
Sin duda, los Vicente Pérez son artistas que merecen mayor presencia en nuestra historiografía del arte y como maestros y referentes en la educación plástica...
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Mujer en el balcón, óleo de 1962 |
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