MOSÉN DIEGO DE VALERA

 

Crónica de España, por Diego de Valera
Salamanca 1499 (fuente: Wikipedia)


"El juicio de los muchos pocas veces es justo"
Mosén Diego de Valera

Mosén Diego de Valera, cronista de Enrique IV y de los Reyes Católicos, consejero, diplomático y fecundo escritor, caballero peleón en justas y torneos, y a la vez apóstol de la paz, fue definido por Menéndez Pelayo como "uno de los tipos más curiosos que pueden encontrarse en aquella pintoresca y abigarrada sociedad del siglo XV" y aprecia el erudito santanderino su colección de Epístolas como uno de los documentos más preciosos de la lengua de su siglo. Entre sus numerosas obras hallamos un Tratado en defensa de las mujeres virtuosas, al que luego me referiré.

Seguramente nació en Cuenca en 1412 y falleció hacia 1488 en el Puerto de Santa María, descendiente de conversos por parte de padre, Alonso Chirino. Entró al servicio de Juan II y fue nombrado doncel del príncipe don Enrique en 1429, en su corte debió conocer a don Álvaro de Luna (1390-1453), veintidós años mayor que Diego. Valera estuvo presente en el sitio de Huelma (1435) donde fue armado caballero. Viajó por Francia, Bohemia y por Dinamarca a las órdenes de Juan II. Participaba en justas y torneos, quebrando lanzas como "noble de gran valor, gracioso y cortés" según le define su contemporáneo Olivier de la Marche.

De vuelta a Castilla en 1444, pronto fue comisionado por Juan II como embajador en Francia para conseguir la liberación del conde de Armagnac. Inmerso en las intrigas palaciegas, acabó enemistándose con don Álvaro de Luna, poderoso condestable y maestro de la Orden de Santiago. Sabemos que tomó parte en la caída del famoso privado. En 1462 lo tenemos como corregidor en Palencia, desde donde dirigió una dura carta al rey Enrique IV. En 1467 se hallaba de servicio de la Casa de Medinaceli en el desempeño de la alcaldía del Puerto de Santa María.

Bajo los Reyes Católicos fue nombrado maestresala (1476) y consejero desde 1477. En 1479  ejerce como corregidor en Segovia. Casó con María de Valencia de la que tuvo al menos un hijo, Charles de Valera. Los restos del padre reposan en la capilla prioral de El Puerto de Santa María, erigida por su nieto Fernando de Padilla.

Entre sus tratados políticos señalamos su Exhortación a la paz y Doctrinal de príncipes, ambos dedicados a Juan II entre 1447 y 1448. Aún escribió otro Doctrinal (1476) para Fernando el Católico. En ellos insiste en la ventaja de la concordia y de la conciliación, recomienda al rey rodearse de buenos consejeros, defender la justicia, actuar con prudencia y prácticar las cuatro virtudes cardinales. todo ello con apoyo de autoridades literarias y ejemplos históricos. Mosén Diego discierne claramente entre la condición de rey y la de tirano.

Imagen creada por Copilot (IA),
al requerimiento de un caballero cristiano del siglo XV en torneo

De sus tratados morales sobresalen Providencia contra Fortuna, dedicada al marqués de Villena (1462-1467), donde reflexiona sobre los peligros del poder absoluto; y el Breviloquio de virtudes, dirigido a Rodrigo Pimentel, IV conde de Benavente. Se ha dicho que la prosa de Providencia contra Fortuna es la mejor de su tiempo. Nos legó también un importante elenco de obras históricas: Crónica abreviada de España, escrita a petición de la reina (1481) y la Crónica de los Reyes Católicos, que abarca su reinado hasta 1488 y atiende sobre todo a las guerras de Portugal y a las de Granada.

"Mosén" es título honorífico equivalente a "Señor", menos usado en Castilla que en Aragón, Valencia y Cataluña. Sin duda, Diego de Valera se comportó en todo como un señor de pluma y espada, experto en heráldica y en todo tipo de retos y desafíos caballerescos. Fue también poeta y en su juventud sus versos sonaron a burla del clero y heterodoxia religiosa. Tradujo tratados sobre el estatuto del caballero y la esencia de la hidalguía. Valera ofrece toda una enciclopedia sobre la caballería románica, destacando como excelencias propias del caballero la dignidad. la prudencia y la cultura. A pesar de que fue -a decir de un contemporáneo- "de petite et moyen taille" (como Álvaro de Luna), resultó modelo de caballero cristiano del XV, hombre de acción y de estudio. Su vida se proyectó en tres reinados, lo que le permitió acumular saberes que "no siempre supo expresar sin ribetes de pedantismo" (2).

***

Su Defensa de virtuosas mujeres, dedicada a la reina María, debe ser anterior a 1445 y en ella Valera adopta una postura profeminista presentando un catálogo de féminas impecables y respetabilísimas. Concibe su obrita como una "sátira" contra la misoginia, distinguiendo este género de la sátira del trágico, cómico y lírico. Sátiro es hablar loando virtudes y denostando vicios, dice. Sigue a Boccaccio por su tratado Claras mujeres, pero también le amonesta por haber ensuciado la planilla en su Corvacho, obra nacida del fracaso de una pasión amorosa tardía. 

Mosén Diego escribe su tratado movido con celo de verdad. De la verdad dice que es de tanta virtud (fuerza y excelencia), que a los ciegos alumbra, a los ignorantes da ciencia y a los temerosos audacia. Arremete contra quienes hablan mal de las mujeres y citan para justificar su ataque un pasaje de Séneca que admite otras interpretaciones. Se atribuye a las hembras humanas flaqueza para resistir tentaciones y que "a lo menos por pensamiento no hay alguna que no sea adúltera". Para Valera, tales difamaciones son producto de la ignorancia o de la malicia.

En todo caso, hay que evitar caer en generalidades respecto al carácter moral de las mujeres. Séneca alaba a las buenas mujeres en muchos pasajes y afirma que si quieres hallar una buena mujer no has de buscar en ella tres cosas: ni riqueza, ni hermosura, ni linaje. En cualquier caso, a quienes citan a Séneca para justificar su misoginia, hay que recordarles que Séneca no fue un evangelista para que le debamos creer siempre y que los filósofos dijeron buenas cosas, pero también escribieron otras que merecen reprehensión (esta objeción de Valera confirma la influencia inmensa que el estoico cordobés tuvo sobre la cultura española del Renacimiento, a la vez que su esfuerzo por ensayar un pensamiento original, libre de atadura a las "autoridades").

Contra el argumento de la "flaqueza" femenil para resistir "tentaciones", Valera, como buen humanista, objeta la realidad del libre albedrío. Cita a Boecio, a otros autores clásicos y a Aristóteles, quien en el tercero de las Éticas dice "que las virtudes y malicias en nuestro poder están" y "ninguno es hecho bueno o malo contra su voluntad". No hay razón para suponer menor gracia y fortaleza moral en el género femenino que en el masculino. Recuerda para ello numerosos ejemplos, griegos, romanos, judíos y hasta de nobles dueñas indianas. De las cristianas, nombra Valera a las legendarias once mil vírgenes mártires.



Contra los mezquinos que hablan mal de las mujeres cegados por la ignorancia o loca malicia, Valera pregunta ¿Cuántos varones perdieron la vida defendiendo su castidad o virginidad, o cuántos a la muerte ofrecieron su vida por la salud de sus hembras amadas? No cree que la leyes obliguen a las mujeres a guardar más castidad que a los hombres y piensa que más virtudes han ganado ellas por su diligencia que la naturaleza les otorgó. En cuanto a los "pecados de pensamiento", no nos toca a nosotros juzgar, pues únicamente el Señor sabe el secreto de los corazones. Cita Valera el Evangelio: "por sus obras los conocerás" -¡no dice por el pensamiento, sino por sus obras!; además, "quien juzga corazón ajeno, no lo juzga sino por la maldad o bondad que en suyo ve". Es el mecanismo psíquico que los freudianos llamarán "proyección", "cree el ladrón que todos son de su condición".

Hay misóginos que aducen que si en tiempos pasados hubo muchas mujeres ejemplares, no es el caso en el presente. A lo que Mosén Diego responde diciendo que no es menos la libertad y gracia de las mujeres hoy, pues comparten la misma naturaleza de aquellas pretéritas. No hay que olvidar los ejemplos de virtud heroica de María Coronel o de doña Mari García, la beata. Lamenta Valera que estos casos se olviden, mientras se recuerda la memoria de Atalante y otros héroes paganos. La experiencia "madre de todas las cosas, nos demuestra en este nuestro tiempo muchas virtuosas mujeres en la vida contemplativa, muchas en la vida civil o activa"... Recurre al pecado original para excusar que algunnos filósofos vean en las mujeres inconvenientes para llevar una vida contemplativa (superior, según el Estagirita, a la vida voluptuosa y a la civil) y acaba concluyendo que el mayor mal que las mujeres han -por culpa de Adán- es ser engendradas por hombres, y el mayor que los hombres han es ser hijos de mujeres -por culpa de Eva-, "de lo cual se sigue que no podemos decir mal de las mujeres sin decir eso mismo de nos".

Arremete el caballero cristiano contra el Ars Amandi de Ovidio y contra el Corvacho de Juan Vocacio [sic], por haberse dejado llevar el poeta romano por la lujuria en su aprecio de las mujeres; y a Boccaccio le reprocha la contradicción de haber escrito primero su libro Claras mujeres para luego estropear su juicio con vituperios por un amor tardío y malogrado. "¡O pasión cegadora de corazón!". Pasíon tardía fue la que le desterró a Boccaccio el humano ingenio y la prudente ecuanimidad.


Notas y Bibliografía

(1) Antología de poetas líricos, Madrid 1892.

(2) Nicasio Salvador y Cristina Moya. Web de la Real Academia de la Historia. Biografías.

Epístolas de Mosén Diego de Valera. Embiadas [sic] en diversos tiempos é á diversas personas, publicadas con otros cinco tratados del mismo autor sobre diversas materias, por la Socidad de bibliofilos españoles, Madrid MDCCCLXXVIII.

"Mosén Diego de Valera en Cuenca", Ángel González Palencia, en Centro Virtual Cervantes. "Diego de Valera", por Juan Pablo Mártir Rizo.

Mosén Diego de Valera. Monografías 341 de la Colección Tamesis, ed. de Cristina Moya García, 2014.

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