CIRCUNCELIONES
A finales del siglo III y durante el siglo IV algunos trabajadores temporeros, mayoritariamente bereberes, se movían por el norte de la África romana como vagabundos dedicándose al hurto y al saqueo. Les llamaron "circunceliones", del latín 'circum cellas': los que van de granja en granja. Justificaban su modo de vida aduciendo un cristianismo heterodoxo que predicaba la pobreza, la igualdad y el amor libre. Por eso, cuando encontraban un carro tirado por esclavos ponían a estos dentro del vehículo y obligaban a los amos a tirar de él. Todo en nombre de Jesucristo.
Si les tocaba morir ajusticiados o de muerte natural lo hacían alegremente, seguros de volar al Paraíso. Hasta llegaron a detener a caravanas militares suplicando a los soldados que los martirizaran. Otros preferían echarse a las llamas o arrojarse desde lo alto de un precipicio.
Los historiadores les atribuyen afinidad con los donatistas, como si fuesen los más extremosos de ellos. Se consideraban agonistici, luchadores o soldados de Cristo, pero san Agustín los consideraba delincuentes peores que bárbaros y propuso la teoría de la guerra justa para acabar con ellos.
Como algunos musulmanes en la actualidad, los circunceliones buscaban el martirio de forma violenta al grito de Laudate Deum! Tertuliano dijo que para ellos el día de su defunción era como un cumpleaños, tal era su fúnebre voluntad. Para aquellos que llevaban vidas duras y difíciles pendientes de las cosechas de aceituna o de otros frutos para conseguir mantenerse, marginados y sin hogar, el martirio se imaginaba como atajo hacia la santidad y la gloria eterna.
¿No eran precisamente los mártires los héroes recordados y glorificados por el cristianismo incipiente? Precisamente una hispana que vivía en Cartago, Lucila 'potens et factiosa femina' según Optato Milevitano, se había unido al bando de Donato de las Casas Negras contra Ceciliano, el obispo de Cartago. Lucila rendía culto idolátrico a un mártir no canonizado y besaba sus restos antes de recibir la comunión. A ella refiere Menéndez Pelayo en su Historia de los heterodoxos españoles (I, I, VI) como "española". Está probado el importante papel de esta poderosa dama de Cartago en los orígenes del donatismo, pero la Real Academia de la Historia considera sin fundamento su origen hispano.
A pesar de su religiosidad -o precisamente por ella- la secta de los circunceliones no se privaba de celebrar fiestas tumultuosas aliñadas con alcohol y sexo, en las que festejaban a sus héroes martirizados. Los circunceliones devinieron en los siglos obscuros turbas armadas sin control mientras Roma se arruinaba y caía bajo el dominio de los bárbaros. Desaparecieron en el siglo VII cuando fueron desplazados por otro fanatismo que se extendió a lo largo de África septentrional: el Islam.
Puede que la austeridad, la igualdad y la libertad del amor sean valores relevantes, pero el fin no justifica los medios y la historia humana, ese "tesoro de los errores" (Ortega) está plagada de ferocidades y barbaridades que pretextan nobles objetivos.
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